Por Óscar Fernández Galíndez- Venezuela / Correo: osfernandezve@gmail.com

Imaginemos un cielo nocturno lleno de luciérnagas. Lo primero que podríamos notar es que las luces se prenden y apagan de forma aparentemente desordenada. Luego si observamos con más atención comenzaríamos a identificar ciertos patrones.Más adelante si buscamos reproducirlos de algún modo quizás podríamos hallar algunos algoritmos que los simulen. Y ¿cuál sería la utilidad de todo esto?:

Por ejemplo:

1.- Si queremos hacer una película animada éste patrón sería útil para simular el cielo nocturno.

2.-Sí un músico le asigna tonos musicales a dichos patrones, podría generar una composición musical.

3.-Si asociamos esos ritmos a los latidos cardíacos o al pulso del planeta, podríamos entender algunas enfermedades o fenómenos naturales viendo estos últimos como distorsiones de dichos patrones.

En fin esto también tendría aplicaciones para la gerencia organizacional en relación al trabajo sincrónico en equipo, etc. Y todo esto sólo hablando de la luz de las luciérnagas, pero lo mismo podría ser para el comportamiento de un panal de abejas, el movimiento de las olas en el mar,  el crecimiento de una flor, el comportamiento de las hormigas, las interacciones neuronales, la comunicación entre las bacterias o el comportamiento de una sociedad o país.

Siempre y cuando entendamos que la naturaleza responde a ciertos patrones, también podremos entender cuando dichos patrones son perturbados. La perturbación puede darse de dos formas posibles:

1.-Por introducir un ruido, virus informático o interferencia de frecuencia, y

2.- Porqué el sistema pasa de un estado a otro. Cuando esto último ocurre el sistema pasa del desorden total a un nuevo orden.

Esto último se conoce como auto. Así pues a través del análisis de algoritmos, podemos entender la naturaleza y en especial la naturaleza humana.

Sobre los patrones y su comportamiento en esta realidad.

Cuando observamos con atención los patrones en la naturaleza, caemos en la falsa percepción de la perfección. Así como tenemos la certeza de que lo único que no cambia es el cambio mismo. También sabemos que todo lo que existe en esta realidad es perfectamente imperfecto, incluyéndonos nosotros mismos.

Claro si observamos con atención patrones regulares que nos permiten hacer predicciones muy asertivas, no dudaríamos ni un segundo que esto no es tan exacto. Sin embargo, en la misma medida que afinamos nuestros instrumentos de medición, notamos que comienzan a aparecer leves desviaciones a dicha perfección.

Y todo esto manteniéndonos todavía en el universo de la mecánica clásica. Vamos a la mecánica cuántica, el sólo hecho de observar altera lo observado. Por lo tanto, lo que percibimos como perfección es sólo una aproximación. Porque si el mismo observador y sus instrumentos son imperfectos, ¿cómo se puede hallar la perfección más allá de una apreciación y/o aproximación a cierto patrón?.

Todo esto se empieza a observar con más atención cuando la naturaleza cambia significativamente tal y como está ocurriendo con el cambio climático. Ahora bien, ¿es natural el cambio climático o es inducido? La mayoría concuerda con que es el resultado de la acción depredadora de la especie humana. Sin embargo, es evidente que mucho de que por mucho tiempo se comportó de una forma, ahora lo hace de otra.

Esto sugiere nuevos patrones. Hay un patrón que aún no se mide, y este es el ritmo de los cambios. Con ello podríamos identificar cierto latido periódico de cambios más o menos lentos.

 

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