Por: Juan Alberto Cerda Guzmán

Correo: elpsicodudoso@gmail.com

Bien es sabido que la especie humana ha sido víctima de diversas transiciones dentro de las cuales podemos encontrar:

La edad antigua: la cual inicia con la escritura y el establecimiento de grandes civilizaciones como Mesopotamia y Egipto.

La edad media: la cual va desde el siglo V después de cristo y se extiende hasta la llegada de España a América. Lo significativo de esta etapa fue la imposición de un sistema social esclavista, difundiéndose en paralelo el cristianismo y el islam. Además, se cimienta la burguesía y las bases del capitalismo (hasta la actualidad).

La edad moderna: la cual va desde el siglo XV y se extiende hasta la revolución francesa; gracias al Renacimiento el feudalismo se va superando, dejando tan solo el sistema capitalista. Las corrientes de pensamiento son el humanismo y el racionalismo. Posteriormente, surge la Revolución Industrial con la llegada de las máquinas para cubrir las demandas del mercado.

La edad contemporánea: la cual va desde el siglo XIX hasta la actualidad, esta es una de las etapas más importantes, puesto que en ella se han promovido acontecimientos robustos en términos de modificaciones socio estructurales como lo fue el establecimiento del sistema republicano, la consolidación del sistema capitalista, la decadencia del poder de la iglesia y la globalización.

Todas las edades con aciertos y fallos, sin embargo, ninguna deja de ser más interesante, por el contrario, todas han sido necesarias para la edificación de la otra, ahora bien, ¿llamarías “crisis” a todos estos cambios? Las sociedades pasan por estaciones trágicas, pero no necesariamente críticas. En este artículo me propongo ampliar el significado del concepto crisis, situándolo específicamente en el apagamiento que los individuos actuales han desarrollado en su quehacer personal y profesional.

En un principio fue el teocentrismo y posteriormente el antropocentrismo, ahora bien, más allá de lo que se nos enseñó en la escuela, ¿sabemos realmente la magnitud del impacto que estas etapas significaron para el desarrollo del pensamiento?

Me atrevería decir que entre estas dos etapas existen dos grandes logros, aun con sus pesares, el primero fue el hecho de hacernos reflexionar y criticar las injusticias, y el segundo obligarnos a movernos por medio de la “creatividad” para resolver las injusticias. La creatividad ha sido la base del conocimiento resolutivo a los vacíos de cada tiempo e incluso hasta el día de hoy, es más, el conocimiento que esta ha dado será analizado y reformulado por cada generación futura, con el propósito de mejorarlo para que así se acerque cada vez más a la noción de verdad. No hay que olvidar que los aportes del presente serán el pasado de los que estén en el futuro, es decir, de manera innata, en el tiempo en que somos hijos, sembramos un sentido del porvenir; la manera en como hemos vivido es a la vez la manera en como legaremos el mundo a otros.

Déjame ponértelo un poco más sencillo:

1.- Si comparamos la educación que se dictaba hace miles de años atrás y la actual ¿Qué diferencias o similitudes podrías mencionar?

2.- Si comparamos las primeras universidades que se edificaron en el mundo y las actuales ¿Qué diferencias o similitudes podrías mencionar? ¿Acaso todas las personas podían estudiar? ¿Qué significaba estudiar? Y lo más interesante, ¿De dónde o de quienes aprendían cuando los registros de conocimiento eran nuevos e incluso nulos?

Por supuesto que muchos de las respuestas estarán ligadas a la idea que en el pasado hubo mayores dificultades si es que las comparamos con la actualidad, sin embargo, la creatividad es algo que ha estado presente siempre. No obstante, aquello, ¿Por qué, para qué y para quién se es creativo? Si la creatividad la atribuimos como un conocimiento resolutivo de injusticias, tendría que estar si o si relacionada con todo lo que acontece al plexo social, por lo tanto, sería una manera de intervenir a favor del bienestar de los otros, ¿A qué te suena esto? Pues a la ética, que no es nada más ni nada menos que la manera en como los seres humanos se relacionan los unos con los otros.

Se entiende por crisis personal, cultural e histórica a toda situación imprevista de peligro que afecta algo, estimado hasta entonces, perdurable, sólido y recio. Para hablar de crisis se necesitan dos premisas: (1) la desaparición irremisible de aquello que se estima y (2) la posibilidad remota de restaurarlo. Por lo tanto, cuando el perecimiento de algo (sea cual sea el asunto) no se habla de crisis, sino que de término. Para que me entiendas mejor, te propongo los siguientes ejemplos:

“El adolescente que se rebela contra los valores de los padres con el propósito de edificar su propia identidad no es una crisis, por el contrario, es un perecimiento natural y esperable”.

“El universitario que cuestiona las teorías que sus profesores referencian en sus cátedras con la finalidad de estimular el progreso, no es una crisis, más es un perecimiento natural y esperable”.

“La muerte de una persona es en muchas ocasiones es visto y asumido como una crisis cuando en realidad es un perecimiento natural, esperable e inmodificable”.

“Que un pueblo se levante contra aquellos que lo oprimen, no es una crisis, más es un perecimiento natural y esperable”.

¿Vas entendiendo? Todo cambio constituye a la vez un término, trágico o no, su condición finita es sabida con anterioridad. Terminar y cambiar de etapa evolutiva, cuestionar lo establecido, despedir a un ser querido, repensar la manera en como se percibe la vida, es normativo en el ser humano, no hacerlo, constituye en sí una crisis y es de lo que pretendo hablarte un poco más.

Aunque nos cueste asumirlo, nuestro tiempo es mucho más salvaje que los anteriores y no se trata de que se sepa menos, sino que el saber es plano, superficial y carente de reciedumbre ética; se ha perdido el valor de la entrega por lo demás sin beneficio propio, ese que históricamente ha trascendido en la comunidad y en el tiempo. La batalla del deber, poder y el querer ha perdido sentido en el momento que se ha dejado de ser creativo para los demás. Lamentablemente en la actualidad es mucho lo que se sabe de manera superficial y mucho lo que se ignora en términos de profundidad.

Hoy podemos notar una clara disociación temporal en el modo de ver y sentir el pasado; los individuos ya no utilizan la creatividad para resistirse a la moralidad unidireccional, tradicional, inmóvil, rígida, ordenada y serena de la sociedad, como en la antigüedad. Esto es, sin duda alguna, una época oscura llena de positividad tóxica y optimismo mal fundamentado, los cuales nos han llevado al estancamiento a propósito de asumir comportamientos inauténticos. Te propongo otro ejemplo para que me entiendas:

“Hoy tenemos profesionales llenos de certificados, pero muy vacíos en términos de pensamiento crítico y que no son capaces de generar una opinión auténtica ante contingencias sociales o lo que es peor, solo son máquinas que replican lo que otros dicen sin siquiera cuestionarse por qué o para qué hacen lo que hacen”. Esto es muy triste, pues ¿Qué entendemos por profesional? O ¿Qué entendemos por experto? De nada vale poseer información si no es usada de manera creativa en beneficio de la sociedad. Hemos perdido la brújula y es imperante poder recuperarla lo antes posible, pues no cabe duda de que se está en crisis y que el espíritu ha perdido facultad para conquistarse.

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