Por: Luis Alfonso Briceño Montilla – Trujillo, Venezuela   / Correo: ciudadbohemia1@gmail.com / Instagram: @luisbriceño13 / https://orcid.org/0000-0001-6713-1070

Google, Amazon, China y Japón se adelantan en la carrera para aumentar sus grados de tecnificación. Las ciencias sociales y humanas pierden terreno en un mundo en el cual los procesos, tecnicismos y objetivos se encuentran orientados hacia un modelo que puso en el centro de las comunidades científicas al Trashumanismo (1923), la conquista del espacio, la física cuántica o la biotecnología, como las principales teorías a desarrollar. El hambre, la desigualdad social, la salud, la educación o el equilibrio habitacional, parecen ser problemas que solo requieren mecanismos paliativos. Así, la dinámica de los centros potencia y su hegemonía son el centro del progreso de unos pocos países sobre una mayoría que debe conformarse con su papel de periferia.

El adagio “los números no mienten” representa un modo de verdad en el cual leemos la realidad social con cierto grado de crudeza. La crisis de la educación global es un hecho. Las grandes empresas viran sus intereses hacia una especie de deslocalización de la mano de obra. El trabajo creativo, inteligente y cibernético es una pieza fundamental en las nuevas ecuaciones de un mundo altamente tecnocrático, fluido y beligerante. Esta tecnocracia se erige por encima de la metafísica y las humanidades, como parte de un modelo que ha comenzado a desbancar los cimientos curriculares y estructurales de la educación tradicional hasta ahora conocida. Actualmente, las principales potencias económicas son quienes tensionan un cambio que parece irreversible.

Para Latinoamérica, múltiples realidades condicionan y recrudecen el papel de la escuela y su anacronismo en cuanto a los raudos cambios tecnológicos que actualmente experimenta la sociedad global. Desde la hibridación educativa, las realidades particulares, hasta la situación socioeconómica y bélica, azotan y elevan el problema hacia un lugar tenebroso. Para el caso Venezuela, merece un extenso aparte. Tanto el problema de los servicios básicos, deserción, analfabetismo funcional como su fibra óptica como uno de los sistemas de navegación más lentos de Latinoamérica y el mundo, son tan solo algunas de las aristas de un modelo educativo que parece encontrarse en terapia intensiva. Para el resto de naciones, organismos como la OXFAM alertan un terrible panorama de desigualdad social tras el impacto de la pandemia Covid-19 y un incremento entre ricos y pobres.

Desempleo: automatismos en progreso

Las tecnologías de gestión de la pobreza no son neutrales. Están moldeadas por algo que tiene un gran predicamento en Estados Unidos: el temor a la inseguridad económica y la aporofobia. Eubanks, V. – Automatización de la Desigualdad

Eubanks (2021) advierte un alarmante fenómeno sobre las tecnologías inteligentes como tecnologías de la desigualdad. Particularmente, Estados Unidos lleva a cabo un modelo que hace de la economía y la inequidad social un cinturón de fuerza capaz de comprimir y relegar a una mayor parte de la población carente de recursos. De igual forma, China se solidifica a la par con su famoso Sistema de Crédito Social, acompañado de un formidable y terrorífico sistema de vigilancia como el City Brain. En ambos casos, el control y recrudecimiento de procesos que generan un condicionamiento y desequilibrio económico, forman parte de un más o menos relativo modelo.

Oppenheimer (2018) en su texto “sálvese quien pueda” estima que más del 90% de empleos tradicionales hasta ahora conocidos, serán sustituidos por la inmersión de la robótica e inteligencias artificiales (IA). El panorama va a la par de aspectos como la reciente inclusión de un robot con IA desarrollando labores de corte jurídico como abogado. Desde taxistas,  oficinistas, chef, docentes, médicos, conductores de transporte público, hasta vendedores de mercancías por tan solo mencionar, forman parte de la lista de empleos a desaparecer.

Si bien, la aparición de drones repartiendo comida en ciudades y rascacielos como Tokio, exoesqueletos capaces de proporcionar una fuerza mecánica para desarrollar actividades de carga pesada o robots acompañantes en centros asistenciales como en Japón, forman parte del presente, veremos como su aparición afecta múltiples campos de acción con severos impactos económicos –brecha de desigualdad- para la sociedad en general. Esto coloca en jaque los cimientos de una escuela o modelo educativo desconectado de los forzosos cambios que se están generando a nivel mundial.

Tales advertencias han de producir las alarmas con respecto a un modelo educativo en el cual la mayoría de currículos en áreas técnicas, se dibujan como caducos, desplazados y desfasados. Por poner un ejemplo, la creación de una aplicación (App) puede ser capaz de contabilizar, rastrear y sugerir el funcionamiento biológico de cada usuario que porte un smartphone en pro de su salud. Del mismo modo, el estado del clima, las tecnologías médicas o el funcionamiento de un sistema eléctrico, ferroviario e hidrológico, forman parte de las potencialidades en las cuales los automatismos son capaces de sustituir la mano del hombre. Claro está, con un mayor grado de eficiencia y reducción de costos que no incluye prestaciones sociales y beneficios como las vacaciones laborales.

Reflexión      

Si futuramente la creación de una aplicación contable, acompañada de manuales básicos para utilizar, introducir datos y llevar a cabo la gestión de una empresa, es materializada al punto de ocupar un programa como la carrera de contaduría: ¿Qué sentido tendrá cursar cinco años de especialización profesional para ser sustituido por una App? Este ejemplo nos permitirá reflexionar sobre un conjunto de empleos y actividades en las cuales hasta el oficio de docente figura en la lista de defunciones. Entonces: ¿Para qué es útil la humanidad en un mundo crecientemente técnico que parece marchar casi de manera funcional, independiente y automatizada? Incluso cuando hasta el arte como una de las actividades más exclusivas de la raza humana, parece destinado a ser sustituido por el uso de hologramas e inteligencias artificiales.

Referencias

Eubanks Virginia (2021). La automatización de la desigualdad herramientas de tecnologia avanzada para supervisar y castigar a los pobres. Capitán Swing Libros S. L

Oppenheimer, Andrés. (2018). ¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la automatización. Penguin Random House Grupo Editorial

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Kim

Pensar como Lenin…¿Que hacer?

Luis Alfonso Briceño Montilla

Saludos mi estimado, bueno, una posible solución sería una reforma educativa. Pues la lógica de periferia nos absorbe.