Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@hotmail.com
Ya he señalado en mi articulo anterior (la estupidez humana va ganando) que el más estúpido es aquel que cree que no es estúpido. Sin embargo, ellos están tan convencidos que no lo son que cual religioso buscando la salvación de sus hermanos, intenta ayudar a aquellos que según ellos están perdidos. Por supuesto como en este mundo hay de todo, habrá también quién desee ser salvado.
Ese estúpido salvador se levanta todos los días convencido que sus pensamientos obsesivos y en su mayoría pesimistas, salvarán al mundo. Ahora bien, ¿Cómo es que un ciego puede ayudar a ver a los demás ciegos? Lo único cierto detrás de todo esto es el ego centrado esto en la materialidad, te induce a hacer y hacer, de forma constante y fatigosa, porqué según esté de ésta forma se es útil al mundo.
Pero como ustedes bien saben, eso es sólo un mensaje de autoengaño. El mundo sería un mejor lugar si muchos de los líderes mundiales decidieran quedarse en la cama en lugar de salir a trabajar. La misma noción de trabajo es un engaño.
¿Cómo puede ser algo bueno salir todos los días a hacer mecánicamente lo mismo sin dudar ni cuestionar, y creer al final del día, que están aportando a la diferencia?
¿Cómo puede cambiar el mundo si la mayoría está convencida que quién debe cambiar es el otro y no sí mismo?
Hay seres tan autómatas que desde que se levantan hasta que se acuestan hacen exactamente lo mismo. Hasta para tener relaciones sexuales con su pareja habitual, tienen día y hora. Y luego preguntan estúpidamente ¿Qué anda mal?
No es que el estúpido se resista al cambio, es que no sabe que el cambio existe. Por el contrario, está convencido que el hacer sin pensar, es el camino para la felicidad. Y si es así, ¿por qué sigue siendo infeliz? Esa infelicidad que viene de nuestra interioridad, se intenta ocultar con la acumulación de bienes materiales, pero al final de la jornada esa sensación continúa allí.
El infeliz que se cree feliz se ríe y hasta cuenta chistes para intentar convencer a todos que todo marcha bien. Así vemos parejas tremendamente felices y amorosas que se divorcian repentinamente. O humoristas que se suicidan, la estupidez del que se sorprende ante esto, es creer que lo que sale de la boca del estúpido aparentemente feliz es cierto.
Lo único cierto aquí es la confusión. Por sus obras los conoceréis, éstos seres aparentemente felices se esfuerzan demasiado para intentar convencer a los demás que son felices. El que es realmente feliz, no anda por el mundo buscando convencer a nadie, porque la felicidad se siente y se transmite sin más.
Es cómo cualquier talento humano, se tiene o no se tiene. Es como aquel dicho que reza que: todo lo que buscas aparece cuando ya no lo buscas. Así pasa con la felicidad, hay que en primer lugar, estar abierto para el cambio. El cambio no da en sí mismo la felicidad, pero muestra opciones, de lo contrario sugiere un estancamiento y eso ni es vida ni es felicidad.
Sin embargo, el estúpido cotidiano sigue diciendo: Tengo qué. El estúpido cotidiano está convencido que la solución a sus problemas está en una especie de medicina mágica. Porque siempre será mucho más fácil asumir que nuestras vidas ya están anunciadas, marcadas y que lo único que debemos hacer es seguir esa supuesta línea recta. Pero, ¿es realmente así?
¿Y sí la clave de la vida está en el asumir que no hay ruta definida y que cada día es una aventura, qué le diríamos a estúpido cotidiano?