Por: Magda Lorena Cortés Moreno – Tunja, Colombia / correo: mlcortesmoreno@gmail.com / Instagram: @cienciaparalapaz
Las ratas como una esperanza en el desminado
Las ratas pueden generar muchas cosas: miedo, asco, repulsión. Pero al coronel Nelson Ramírez le causaban escepticismo y curiosidad, “me decía: mire, yo me siento y miro las ratas y no le creo todavía, las veo desminar y no le creo. Yo creo que usted tiene entrenado un par de animales para hacer esto pero no creo que pueda masificarse. Yo le decía: pero es que esta no es la misma que vió usted hace dos meses. El coronel contestaba:¿En serio? pero todas son blancas”, cuenta Luisa Méndez.
Entonces, para poner a prueba lo que la doctora Luisa decía, el coronel marcaba las ratas a ver si era cierto que no se usaba la misma para todas las demostraciones. Iba cada 15 días a cualquier hora del día al laboratorio y le pedía a Luisa que sacara alguna rata al azar para que buscara artefactos que él mismo elegía dónde esconder, incluso si él exigía que el compuesto explosivo se pusiera en un árbol, debajo de una piedra o que se le sembrara un árbol encima, se hacía y allá llegaba la rata. “Realmente pusimos la mina y sembramos un árbol encima a ver si la rata la encontraba y la rata le daba vueltas al árbol. Entonces sí, sí la encontró”, recuerda Méndez.
Y así este hombre visionario reconoció necesario apoyar el proceso de investigación, el coronel Nelson Ramírez asignó personal para que trabajara con Luisa Méndez y le entregó el laboratorio. También recibieron financiación directamente desde el Ministerio de Defensa.
En ese momento la investigación cobró fuerza y la doctora Luisa participó en un primer congreso internacional, el Congreso Latinoamericano de Psicología en la ciudad de México, seguramente se preguntará ¿qué tiene que ver la psicología con el entrenamiento de ratas para desminado?, la doctora Méndez durante muchos años había trabajado voluntariamente en el laboratorio de conducta de la Universidad Nacional. En psicología la conducta se estudia con ratas y Luisa había aprendido demasiado de doctores y profesores, “dos personajes maravillosos fueron el profesor Aristóbulo y el profesor Andrés Pérez que fueron bárbaros en ayudarme, en guiarme, en orientarme, doctor Germán también”, reconoce Luisa Méndez. Así que con esta experiencia, en cuánto se obtuvieron resultados científicos de la investigación con las ratas ella decidió presentarlos en ese congreso académico.
El hecho de que una institución de policía latinoamericana presentara un proyecto de investigación a la altura de las grandes universidades de la región no pasó desapercibido, mucha gente estuvo pendiente del proyecto e incluso la Universidad de Buenos Aires (UBA) que, según cuenta Luisa Méndez, se quedó sin cupo para un póster pensaba llegar a quitarle el lugar al proyecto de desminado con ratas, porque consideraban que el proceso de selección se había equivocado y que “no era posible que en un congreso de psicólogos, una veterinaria con especialización en conducta tuviera un punto de poster y no lo tuviera la UBA”, recuerda Méndez. Debido a todo el alboroto formado, los organizadores reevaluaron el proyecto, corriendo con los gastos y el resultado fue que efectivamente el proyecto cumplía con todos los requisitos para participar en el evento “entonces, me quedo con el puesto. Es uno de los puestos más visitados del Congreso, al punto que me dicen que si quiero hacer una ponencia abierta y se llena el salón”, cuenta Luisa Méndez.
Mirando hacia atrás, la doctora Méndez le agradece a la UBA todo lo que sucedió porque cuando volvió del congreso el proyecto tenía reconocimiento, “empieza Argentina a llamarnos, Brasil a llamarnos, las revistas indexadas a permitirnos la publicación”, cuenta Luisa.
Es así como surgen dos grandes posibilidades de reconocimiento, una académica y otra mediática. Mucha gente comenzó a visitar el laboratorio, incluso personas de otros países y las ratas que ya podían salir a campo estuvieron hasta en Muy Buenos Días, un programa matutino donde “hasta en su momento Jota Marío cargó las ratas. Nos servía como ejercicio que las tocaran, que la gente las viera. Pero las ratas que estaban en proceso de entrenamiento eran animales de laboratorio que no podían salir”, comenta Luisa Méndez.
Para el reconocimiento académico comenzaron a sentirse las falencias de no pertenecer a una institución de educación superior regular, para la doctora Luisa era difícil no tener personal de apoyo adecuado, un patrullero no podía seguir siendo el auxiliar de laboratorio sin una formación para ello. Al muchacho, que en ese momento ya llevaba 2 años de trabajo en el laboratorio, le ofrecieron una beca en Argentina que por diversas razones no pudo aceptar. Adicionalmente, era difícil mantener el proceso de investigación en un laboratorio que era visitado constantemente sin ningún protocolo y aunque la doctora Méndez lo intentó, no logró el aislamiento necesario para el estudio, “empiezo a ponerle estándares, estándares de laboratorio. Entonces no que pena no puede entrar sin polainas, no puede entrar sin gorro, no las puede tocar, no puede tomar fotos”, recuerda Méndez. Sin embargo, esto no fue suficiente y se dió prioridad al reconocimiento mediático.
Lo que se alcanzó a saber sobre las ratas para detección de minas antipersonal
Las Rattus Norvegicus o ratas blancas de laboratorio tenían la ventaja de ser demasiado livianas para no activar los explosivos al pasar sobre ellos. A diferencia de los perros, las ratas trabajan en equipo “puedes tener sueltas 200 al tiempo, cada una va a hacer su trabajo, entonces son banderas biológicas en campo”, explica la doctora Méndez. Al encontrar la mina la rata se para y así se puede ver el lugar de dónde está saliendo el olor del explosivo, “el perro te da un área de aproximadamente 1,25 metros a la redonda en los que tú puedes pisar la mina o incluso el mismo perro, mientras que la rata se podía parar justo encima”, explica la doctora Luisa.
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