Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@hotmail.com

Vivimos en un mundo de confusiones y como dice el dicho: El que aclara oscurece. No pocas veces cuando pretendemos explicar algo, lo que logramos en su lugar, es generar más confusión. Si bien es cierto que la palabra misma puede generar diferentes interpretaciones, lo más grave es que quién oye no escucha. Así pues, no se trata de lo que se dice o cómo se dice, ni mucho menos de quién lo dice.

De lo que se trata es de qué tenemos en nuestro interior antes de que esas palabras lleguen a nuestros oídos. Así como la claridad llega a través de un proceso autoconsciente, podríamos decir que la confusión es el resultado de no pasar por dicho proceso.

El confundido, no sabe lo que piensa, lo que siente y lo que hace. El confundido confunde el bien con el mal y la verdad con la mentira. El confundido cree que todo lo que percibe a través de sus sentidos es cierto y sobre todo cree que, lo que sale de la boca del otro es incuestionablemente cierto. A veces no solo parece creerlo, sino que necesita creerlo.

El confundido es un crédulo de todo y el incrédulo de todo también es un confundido. No se trata ni de negarlo todo ni de aceptarlo todo. Se trata de creer en lo que hay que creer y dudar de lo incierto. Las palabras sin comprensión profunda solo sirven para complacer al ego. Si te ofenden, ofenden al ego y si te agradan, agradan al ego, todo eso es falso. Es ilusión.

Ustedes creen que porque alguien a quién han colocado en un sitial de honor dice algo, por el solo hecho de decirlo, ya es verdad, creen que, porque se expresa bien y cita a otros que supuestamente saben, es verdad, porque nombra textos sagrados es verdad o porque parece sincero, es verdad.

Es por eso que surge la confusión porque todos creen que todas las palabras que dicen o que reciben son verdad. Y cómo saber que es y que no es verdad cuando se vive en y desde la confusión. Lo único verdadero no se encuentra fuera de nosotros, sino dentro de cada uno. Pero como distinguirlo si confundimos el bien con el mal, y lo verdadero con lo falso.

El silencio también es un lenguaje quizás más importante y potente que cualquier palabra. Imaginen esto, invitamos a un conferencista a que hable de la paz, y este llega se sienta frente a ustedes y por dos horas no dice ni una palabra. Algunos de ustedes se sienten decepcionados porque esperaban escuchar una charla llena de palabras alentadoras, y si el evento costó algún dinero, ustedes piensan que perdieron su dinero.

¿Qué ocurrió allí? ¿Por qué algunas personas frente al silencio se sienten más incómodos que frente al ruido?

El ruido exterior te permite ocultar el ruido interior, pero cuando el silencio exterior desaparece, el ruido interior emerge y es más atormentador que el exterior. Es por eso que muchos no toleran el silencio, ahora pregunto, si el ruido interior está siempre allí, como vamos a encontrar la paz, ¿cómo vamos a sentir la paz?, y si somos incapaces de sentir la paz, ¿cómo vamos a entenderla?

Por último, si somos incapaces de sentir y entender la paz, ¿qué sentido tiene cualquier juego de palabras por más elocuentes que éstas sean?

En conclusión, un silencio de dos horas dice mucho más que un discurso de 5 horas. Porqué la paz viene de adentro, lo mismo el amor, la libertad, la justicia, la compasión, la sabiduría, etc. Es por todo lo anterior, que el sabio cada vez habla menos. No sé trata de convencer, el que necesita ser convencido es el ego, el ser es y siempre ha sido.

Y aprende todos los días más y más de todo y de todos, en especial de la madre naturaleza.

Sean libres y felices.

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