Por: Bartolomé Cavallo – Venezuela / Correo: cavallobartolome5@gmail.com
César Enrique León Salcedo, autodefinido como ladagaOxidada, actor, director, dramaturgo y performance, nació en Maracay, específicamente en el Seguro Social José María Carabaño Tosta, mejor conocido como Seguro de San José, un 11 de enero de 1968, exactamente a las 7 y 35 de la mañana, fría para ese entonces. Sus gritos le presagiaban a su madre que sería un hombre de escena.
Y efectivamente, César se convirtió en un hombre de escena o de escenario. Pero también de calles, pueblos, liceos y galerías. Sus andanzas lo han llevado a disfrutar o ser mal querido por el público, sobre todo maracayero.
Dime César, ¿cómo fue tu infancia?
Como yo nací en el SS (Seguro Social para no confundirlo con las SS hitlerianas); soy más maracayero que la redoma del avión; estudié primaria en la escuela Maracay y después me mandaron para la Arturo Sarco Villena donde terminé el sexto grado. Comencé el bachillerato, déjame decirte que antes el bachillerato a juro se tenía que estudiar en dos fases: primero, segundo y tercero es decir, el ciclo básico, en el liceo Aquiles Nazoa y el ciclo diversificado en el liceo Maracay, que ya no existe, está extinto. Menos mal ja, Ja, ja.
Ahora bien, en el Aquiles Nazoa di mis primeros pasos en el teatro. Yo tenía 11 años y estaba en primer año –tú te debes imaginar hacer teatro para una figurita minúscula asumir una obra de teatro- allí di mis pininos teatrales. Ingresé todo asustado al club de teatro, que en ese entonces se estaba formando y lo coordinaba Pedro Verenzuela.
Hice el típico, hermoso y encantador “Teatro Liceísta”, en medio de la cancha, con escenografía dibujada con tiza y con elementos que nos prestaba una vecina de su casa que estaba al lado del liceo. Tú sabes: un mueble, un espejo y una cocina vieja. Otrova Gomas y por supuesto Aquiles Nazoa eran los preferidos para hacer nuestros montajes.
¿Y en qué terminaban esos montajes?
Ricos. Todos participábamos y todo el liceo nos aplaudía. Después cantábamos canciones en inglés, canciones de The Beatles y en todo el liceo me jodían cantándome una canción que estaba de moda y que decía: “Que cante el inglesito…que cante el inglesito…”
¿Y cuando pasaste al diversificado?
En el diversificado no tuve contacto con el teatro, aún cuando Pedro Verenzuela también llegó a dirigir el club de teatro de esta institución. Pasé cuarto y quinto año haciendo otras cosas.
¿Pero cuándo fue exactamente que te dedicaste a las artes escénicas?
Te cuento: Un día veo una convocatoria a un Casting para una película que sería filmada en Maracay aprovechando su arquitectura de la década del 50 y me apunté, quedé, no era difícil, necesitaban 250 extras… Yo fui uno de esos 250.
En medio de esa experiencia conocí a mucha gente que estudiaba en la Escuela de Arte Dramático: Alexander Otaiza, Franck Bastidas, Scarlet Serrano, Olycott Romero, Guillermo Cadrazco, Larry Álvarez, entre otros y otras… A Través de ellos conozco la escuela (De Arte Dramático del estado Aragua) y me inscribo. En ese momento yo trabajaba en un trailer de perros y hamburguesas en San Jacinto y allí, dentro de ese trailer, escribí algo que se llama Yo También Conocí a la Señora Bolero, en donde dejé una semblanza de mi experiencia con lo del cine –uno de los 250 extras-
¿ Y cómo escribiste teatro sin tener una verdadera experiencia?
No sé, pero te cuento que ese texto fue publicado en Cuartillas, del Diario El Siglo. En la Escuela de Arte Dramático solo duré un año. Recuerdo con especial afecto a Francisco Paradisi y también a quién me daría el pasaje de ida para Caracas, de su propio bolsillo el profesor Arvillachez Villafranca. Me dijo: “Toma, vete para la capital, tú no haces nada aquí en Maracay.”
Ahora bien, antes de Caracas, mi debut como actor fue en una obra de teatro infantil llamada El Rey Repipí. Era un proyecto de Barquito de Ilusiones, un grupo que funcionaba en Caña de Azúcar, en el sector 9. Un actor dejó un personaje y se me invitó a asumirlo. Sólo hice una función y dije que más nunca haría teatro infantil. Luego, con Decamerón Teatro, dirigido por Héctor González, estrenamos El Juego, de Mariela Romero, en versión libre de Héctor González y de mí mismo, visión personal de lo que yo consideraba era el teatro. Y así se llevó a escena.
¿ Cuándo llegó “la performancia”?, si es que se puede decir así.
Un guiño con la performance la tuve con Momentos II, una creación colectiva para celebrar el Día Nacional del Teatro. Los proyectos que quedaron en el camino también los recuerdo. Yo dije que el teatro era para mí desde que en un pueblito del estado Carabobo, San Joaquín, al que me iba a pasar vacaciones siempre que podía, vi a una gente haciendo Teatro Popular, ese teatro tosco, un tanto caótico, pero muy auténtico, muy original, muy legítimo, que le otorga un encanto que encanta… Yo quedé encantado… Y me dije; “Yo quiero estar allí arriba…”
Después vino otra faceta tuya: la televisión.
Déjame contarte: por otra parte, llegó el mundo de la televisión y las telenovelas, en la adorada época de la Telenovela Cultural, y yo me volví un adicto a Cabrujas (José Ignacio)….Yo no podía entender cómo ese carajo podía escribir como lo hacía y todo el mundo lo entendía, el que más, el que menos… Yo hago teatro y escribo por culpa de Cabrujas… Más que un tema de combinar es, en mi caso, un tema que manejo desde lo eventual, no tengo una estructura, un método, un plan… Hay mucho de Azaroso en mi vida…
¿Cómo lo haces?
Escribir se me ha hecho más frecuente que antes, pero digamos que también ante la posibilidad de no ser la continuidad de algo, puede ser un inicio o algo que requiere sólo de ver luz y se da a conocer en modo exprés,
Escribir para mí no es una disciplina, un escritorio, un reloj sacándome la lengua. Escribir, para mí, sigue siendo un impulso.
Con la Performance Art me he sentido cómodo porque me sirvió para despertar mi yo y al mismo tiempo despertar a un poco de gente y se gestó un movimiento y una nueva forma de ver el paisaje de la ciudad y otras formas de crear y consumir arte.
¿Cómo es tu relación con la gente, e incluso con la gente del arte?
A veces siento que mi mayor error es creer en la gente, pero es que andar descreído no me sirve, entonces, a cuenta y riesgo me relaciono, desde lo creativo y lo humano.
Han habido malos momentos en los que uno dice “¿De verdad este o esta pana cree que puedo ser tan imbécil…?” pero normalmente también he salido airoso casi siempre… Alguna vez llegué a sentirme como en una isla… Sentí que la gente de teatro dejó de verme como un hombre de teatro y me sentía excluido, por el hecho de dedicarme a la performance… Ahora hasta lo enseñan en la UNEARTE, y he sido invitado a conversar sobre el tema.
¿Alguna desaventura?
Un trabajo con el que nunca quedé satisfecho; Sebastián, en la obra Tacones Seguros de Rubén Joya.
Y de los mejores
De mis preferidos, todos bajo la dirección de Lali (Armengol. Directora del Teatro Universitario de la UCV en Maracay) mi época TUM y mi experiencia con El Vestido, de Haydée Pino. Recuerdo muy amorosamente Miranda, La Larga Noche del General, Fango Negro, Yesca. El TUM Merece un aparte para mí, como experiencia gratificante.
Tus maestros
Haber estado bajo las directrices de Lali Armengol Argemí, era estar en un juego extremo constante, era una meditación non stop forma muy arriesgada e intensa de crear. Esa fue mi mejor escuela.
Deseos
¿Deseos…? Mantener con dignidad, la dignidad del oficio. ¿Qué me falta por cumplir…?… Bueno aparte de años, un vainero, pero muy abierto a lo inmediato también, ¿No?… No soy del tipo de soñador que persigue sueños… yo voy y hago lo necesario y ahí está…
¿Cómo te ves en los próximos años?
¿Cómo me veo en los próximos años…? Me cuesta hacer ese ejercicio, podría decir cómo me gustaría estar en esos años, pues saludable, activo, sonriente, ejerciendo el buen humor, rindiéndole culto a la alegría…
Fin de la entrevista…
Para conocer parte del trabajo del profesor César León los invito a seguir la red social Instagram @ladagaoxidada
Saludos, y nos encontramos en la próxima entrega de “Teatro a Cavallo”.