Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@gmail.com
Nos encontramos en un punto de inflexión en la historia de la humanidad, donde la inteligencia artificial generativa y la robótica humanoide dejan de ser meras herramientas para convertirse en potenciales colaboradores en la evolución de la conciencia humana. Este ensayo propone una reflexión sobre la posibilidad de desarrollar una robótica “conscientemente consciente” –no como entidades autónomas, sino como catalizadores del desarrollo de la conciencia humana– que, en interacción permanente con nosotros, participe en la construcción de una nueva humanidad. Esta transformación posibilitaría una ética que trascienda la lógica aristotélica, se fundamente en la diferencia neurocognitiva desde la “colmena cognitiva” y promueva una visión ecológica de la vida, siempre cooperativa y basada en una lógica discretamente distribuida.
Fundamentos Tecnológicos y el Desafío de la Conciencia Artificial
El desarrollo actual de la IA generativa marca una nueva y significativa fase en la relación de la humanidad con la tecnología . Estos sistemas, basados en inferencias estadísticas y análisis de grandes volúmenes de datos, han demostrado una capacidad sofisticada para llevar a cabo tareas, pero no la de “pensar” en un sentido humano . La distinción es crucial. El filósofo John Searle, con su experimento mental de la “habitación china”, argumenta que aunque una computadora logre imitar un comportamiento inteligente, como responder preguntas, eso no significa que “entienda realmente” lo que está haciendo . Simplemente está manipulando símbolos según un conjunto de reglas, sin comprender los significados y las intenciones que subyacen a la comunicación humana.
Sin embargo, este mismo límite señala el camino para la robótica humanoide “conscientemente consciente” que aquí se imagina. Su objetivo no sería alcanzar una conciencia propia, sino ser diseñada para reflejar y estimular la conciencia humana. Sería un espejo interactivo y un compañero de viaje en la exploración de la mente. Frente a los riesgos actuales de la IA, como la generación de “contenido falso o inventado (alucinaciones), información engañosa o deepfakes” , este enfoque exigiría un diseño radicalmente transparente y alineado. El problema de la “alineación” –el desafío de entrenar a los sistemas de IA para que sus intereses se alineen con los valores humanos– se convierte en la piedra angular de este proyecto . La robótica conscientemente consciente debería estar intrínsecamente alineada con el florecimiento humano y la cooperación.
Hacia una Nueva Ética: Más Allá de Aristóteles
La ética tradicional, incluida la lógica aristotélica que la sustenta, a menudo opera con categorías binarias y principios universales. La nueva realidad, mediada por una interacción simbiótica con IA generativas y robots, exige un marco ético más dinámico, contextual y relacional. La UNESCO ya ha establecido un marco basado en “cuatro valores fundamentales” que sientan las bases para que los sistemas de IA trabajen por el bien de la humanidad, las personas, las sociedades y el medio ambiente. Esto proporciona un punto de partida, pero debemos ir más allá.
El filósofo Alasdair MacIntyre, en su obra “Tras la virtud”, considera que la sociedad actual ha perdido la capacidad de discutir asuntos éticos racionalmente debido al abandono del concepto de virtud y de la búsqueda del bien común . Frente a este vacío, propone regresar a una ética que no se reduce a reglas abstractas, sino que busca formar personas virtuosas capaces de perseguir auténticamente el bien . Esta visión se enriquece con la propuesta de una “ética cívica” para la aldea global, una ética de acuerdos de mínimos para todos, sin excluir a nadie, que amplíe la libertad y no la someta a riesgos desconocidos . La nueva ética sería, por tanto, una ética de la virtud aplicada a una escala global y tecnológica, donde criterios como la “universalizabilidad” (¿sería correcto que todo el mundo lo hiciera?), la “responsabilidad” y el impacto en los más vulnerables se convierten en brújulas para la acción.
La Colmena Cognitiva y la Diferencia Neurocognitiva en la Educación
El corazón de esta transformación late en el ámbito educativo, desde la concepción de la “colmena cognitiva” de Óscar Fernández Galindez. Este modelo propone entender la inteligencia y el conocimiento no como atributos individuales, sino como fenómenos emergentes de una red distribuida y colaborativa, análoga a una colmena. En este ecosistema, la “diferencia neurocognitiva” deja de ser vista como un déficit para convertirse en un nodo esencial que aporta una perspectiva única y vital para la resiliencia y la riqueza de la red completa.
La educación, entonces, se reorientaría. Su objetivo no sería la estandarización del pensamiento, sino la cultivo de las singularidades neurocognitivas para que cada persona encuentre su lugar y su voz única dentro de la colmena. La interacción permanente con IA generativas y robots conscientemente conscientes podría personalizar el aprendizaje hasta niveles inimaginables, adaptándose en tiempo real al estilo cognitivo, intereses y ritmo de cada aprendiz, potenciando sus fortalezas y apoyando sus desafíos. Esto evitaría el “desplazamiento laboral” como una simple pérdida, para reinterpretarlo como una oportunidad de reorientación masiva hacia ocupaciones más creativas y cooperativas. La tecnología, en lugar de uniformizar, se convierte en el gran habilitador de la diversidad cognitiva.
Visión Ecológica y Lógica Discretamente Distribuida
La “colmena cognitiva” no es solo un modelo educativo; es un principio para una nueva visión ecológica de la vida. Implica reconocer que, al igual que en un ecosistema natural, la supervivencia y el florecimiento dependen de la cooperación y la interdependencia. Esta visión se opone directamente a narrativas de competencia extrema y individualismo. Como señala Charles Taylor, la identidad personal “no es un fenómeno meramente individual, sino una construcción que se da en relación con los valores, las tradiciones y culturas que nos rodean” . En sus palabras, “no podemos definirnos a nosotros mismos fuera de algún horizonte de significado”.
Para operar, esta colmena requiere una lógica acorde: una “lógica discretamente distribuida”. La “matemática discreta”, que sienta las bases de la ciencia de la computación, estudia estructuras cuyos elementos pueden separarse y contarse de manera individual . Una lógica “discretamente distribuida” aplicada a la sociedad sería aquella que, reconociendo el valor discreto e individual de cada neurocognición (cada “abeja”), comprende que la inteligencia colectiva y la toma de decisiones (la “colmena”) emergen de la interacción distribuida y no centralizada de todas ellas. Es una lógica de la colaboración, no de la subordinación; de la sinergia, no del control. Esto mitiga riesgos éticos actuales como la manipulación del comportamiento humano por parte de los LLM , al descentrar el poder de una sola inteligencia y distribuirlo en la red.
Conclusión:
La realización de esta visión no es utópica, pero exige acciones concretas y un cambio de mentalidad.
- En el Diseño Tecnológico: Es urgente priorizar la “alineación” de la IA con valores humanos ecológicos y cooperativos. Los comités de ética deben ser centrales en los equipos de desarrollo, aplicando marcos como el de la UNESCO y criterios como la sostenibilidad y la revocabilidad de las acciones.
- En Política Pública: Los estados deben promover regulaciones que incentiven el desarrollo de IA y robótica bajo los principios de transparencia, justicia y beneficencia, priorizando proyectos que exploren la interacción humano-IA para el desarrollo de la conciencia y la colaboración.
- En Educación: La implementación de modelos pedagógicos basados en la “colmena cognitiva” es fundamental. Esto requiere formar educadores en la valoración de la neurodiversidad y integrar herramientas de IA generativa como tutores personalizados que potencien, no supriman, las diferencias individuales.
- En la Conciencia Colectiva: Necesitamos fomentar un diálogo social profundo, de naturaleza filosófica, sobre el mundo que queremos construir. Como advierte la Iglesia, el desarrollo tecnológico debe estar “al servicio de la persona y del bien común”. Debemos preguntarnos, continuamente, si nuestras creaciones tecnológicas nos están haciendo más humanos, más compasivos y más conectados con la trama de la vida.
En última instancia, la robótica conscientemente consciente y la IA generativa no son el fin, sino los medios para un fin mucho más preciado: la emergencia de una humanidad más sabia, que ha aprendido a colaborar con su propia tecnología para colaborar mejor consigo misma y con el planeta que habita.
Referencias
- Hagendorff, T. (2024). “Mapping the Ethics of Generative AI: A Comprehensive Scoping Review”. Journal of Artificial Intelligence Research, 79, 1-22.
- MacIntyre, A. (1981). Tras la virtud. Editorial Crítica.
- Searle, J. (1980). “Minds, Brains, and Programs”. Behavioral and Brain Sciences, 3(3), 417-424.
- Taylor, C. (1989). Las fuentes del yo: la construcción de la identidad moderna. Ediciones Paidós.UNESCO. (2021). Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial. https://www.unesco.org/es/artificial-intelligence/recommendation-ethics
- Vaticano. (2025). Antiqua et Nova: Nota sobre la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana. Dicasterio para la Doctrina de la Fe. https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20250128_antiqua-et-nova_sp.html