Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@gmail.com

Cuando en la escuela estudié la forma de los lentes y que estos inicialmente se dividían en cóncavos y convexos, lo único que aún permanece en mi mente, es que con unos se ve diferente en relación a los otros. Y ahora cuando nos movemos en el terreno de las ideas, vemos que estás pueden parecer diferentes pero no necesariamente opuestas. O pueden ser opuestas y a la vez complementarias.

Todo dependerá siempre del cristal que observemos. Pero como soy disléxico, me cuesta señalar que es una u otra cosa. Toda esta introducción me lleva a plantear lo que hoy día se conoce como neurodivergencia, allí se agrupa un conjunto muy diferente unos de otros que se distinguen principalmente por su particular forma de percibir al mundo.

Desde aquí lo que antes era una cultura globalizada que regía al sistema educativo centrado esencialmente en el uso predominante del hemisferio cerebral izquierdo, ahora comienza a dejar de nombrar como patología a la diferencia, y permite que otras formas de pensar y/o percibir surjan como instancias naturales en el desarrollo de la humanidad.

Sin embargo, aunque esto representa un gran avance sociocognitivo, la atención sigue centrada en la diferencia como instancia de separación y no en la diferencia como instancia de complementación. Así pues se habla de neurodivergencia pero no de neuroconvergencia, y  es precisamente esa dimensión el objetivo de éstas líneas.

Nos preguntaría Gregory Bateson, ¿cuál es la diferencia de la diferencia?, qué es eso que nos hace diferentes pero a la vez nos une?

¿Cómo podremos trascender la lógica aristotélica y comprender que hemos sido terriblemente fragmentados y que cada uno de nosotros necesita del diferente para avanzar?

Claro aquí surge una primera complicación, si tú no sabes quién eres ¿Cómo podrás buscar la diferencia en el otro?

De allí que la primera tarea surge de las palabras del Maestro Sócrates: Conócete a ti mismo.Esa primera tarea puede llevarnos toda una vida.  Es por ello que aquí proponemos una tarea simultánea y continua. En la que en la misma medida en la que estemos trabajando el autoconocimiento y el autodescubrimiento, también estemos conociendo y descubriendo al otro desde sus diferencias en relación a lo que sabemos de nosotros mismos.

De esa forma podremos aproximarnos a la comprensión de lo que somos. Para lograr esto debemos dejar la crítica de lado y simplemente aceptar al otro tal y como es sin juzgar y con curiosidad de niño aproximarnos humilde y alegremente.

Sí vemos a alguien que se entrega apasionadamente a lo que hace, si no hace mucho dinero con eso, lo llamamos loco, y si hace mucho excéntrico. Si sus propuestas y/o argumentos no van por la misma línea que los nuestros, los descartamos y nos vamos a otra cosa. El apasionado de la acción social, ve en el pensador a un ser que vive de ilusiones y que pocas veces llega a algo concreto.

Por otro lado, el teórico ve en práctico a un ser impulsivo, que actúa sin pensar y que vive cometiendo siempre los mismos errores. El práctico se aburre de las teorías sin ejecución y el teórico se cansa de que él práctico no vea lo que él ve.

El científico se encierra en su laboratorio y el resto de la sociedad que no entiende su autismo, lo deja sólo porque según el modelo preestablecido así debe ser.

El artista famoso se hace emocionalmente inestable, y su entorno simplemente dice él es así, no le hagas caso, también lo dejan de lado como algo normal.

Únicamente le prestamos un poco de atención a dicha normalidad cuando termina en asesinato o en suicidio. Del resto no somos capaces de percibir que eso que llamamos normal nunca lo fue. Lo más que hemos hecho con las personas tremendamente neurodivergentes, es convertirlas en fenómenos de circo. Y ésta perversión se hace mayor si con eso se puede hacer dinero.

Mientras andamos por allí sin ver y sin entender por qué y para qué somos neurodivergentes. Si la confusión sigue siendo la reina del mundo y si cada uno sigue creyendo que su pequeño trozo de realidad es lo que existe, la posibilidad de ir hacia la neuroconvergencia está muy lejos de hacerse visible más allá de un discurso afable hacia la misma.

Conócete a tí mismo y veremos sí lo cóncavo y convexo, si lo divergente y lo convergente aparece en nuestro mapa cognitivo.

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