Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@hotmail.com
La moral que guía a las sociedades no es más que normas generales de comportamiento que varían de tiempo en tiempo, e incluso de cultura en cultura. En torno a esto surgen la ética y el derecho para tratar de darle cierto sentido y entendimiento, sin embargo, esas normas sólo representan visiones parciales de la totalidad que se quiebran cuando la lógica aristotélica cae en paradojas.
Algunos ejemplos servirán para sustentar esto, supongamos que por los estudios científicos y los dictados de la mayoría de las religiones, el ser humano decidiera en su conjunto consumir solo vegetales y abandonar el consumo de carne, que pasaría por ejemplo en un pueblo Africano en el que sólo tienen una vaca que les da leche, ¿le negaríamos ese alimento porque va en contra de la norma?
Y todo esto sin plantear el tema de la producción agrícola en el mundo en el cual los productores prefieren botar la comida, que darla a los que no tienen.
¿Qué pasaría si una persona de orientación pacifista decide irse de vacaciones a un país y estando en el mismo, dicho país cae en un conflicto bélico? Particularmente creo que sería inútil salir a razonar en medio de un fuego cruzado.
Estos son sólo dos ejemplos, pero podría dar muchos más. En una ocasión una mujer que había terminado un doctorado en derecho internacional, me dijo que tarde descubrió que todo eso era mentira. Hay mucha gente que de verdad cree que si se porta bien, le irá bien. Eso no es tan simple. La intención no basta sí no entendemos la lógica del sistema no podremos ir más allá de lo que nos muestra.
Con todo lo anterior no quiero significar que tengamos que combatir o algo por el estilo, eso tampoco representa comprender esa lógica, de hecho la gran mayoría de los que la combaten luego terminan apoyándola.
En relación a lo anterior una filósofa me dijo una vez: Yo también fui de izquierda cuando estaba en la universidad, pero madure.
Ese afán por liberar a los demás sin alcanzar la propia liberación, no es más que un autoengaño. Dice el refrán que en el mundo de los ciegos el tuerto es el rey, lo mismo para los sordos, los mudos, y los insensibles. Si no entienden que no hay separación y que el mayor enemigo lo llevan dentro, no podrán salvar a nadie.
Un número importante de personas desconoce que es bueno para ellos y que no lo es, entonces cómo alguien que no sabe eso para sí mismo, pretende guiar a otros. A todo esto no es menos cierto que a la gran mayoría les encanta que otros decidan por ellos, sobre todo para echarles la culpa cuando algo sale mal.
La gran enseñanza que todo ser humano debe aprender en este mundo, es aprender a tomar decisiones y a hacerse responsable de las mismas. Aquí el yo no fui o esa no es mi culpa, es el discurso no sólo de los culpables ante el juez, sino también representa la confirmación de nuestra gran falta de madurez ante el mundo.
El mundo es un desastre no porque no sepamos que hacer, sino porque aún sabiéndolo, no lo hacemos. La ambigüedad también es una trampa, si a esta gran confusión que llamamos vida, le añadimos aún más confusión, el resultado obvio es la pérdida del sentido común. Hay quienes han dicho que este es el menos común de todos los sentidos.
Hay intereses hegemónicos respecto a cómo esta situación se mantenga, y no se trata de derecha o de izquierda, se trata de coherencia, las ideologías nos han hecho perder el norte. No sé trata de qué político grita más en los discursos o cuál se viste mejor, se trata de si lo que dijo hoy lo cumplió mañana.
La estupidez es tal que vemos a un muerto viviente como el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, manifestar claros síntomas de demencia senil, y nadie dice nada. Aquí el mal es otro, incoherencia, inconsistencia o incluso desconocimiento de lo que hay que hacer, pero tampoco nadie dice nada.
Vemos como la violación y asesinato de niños se convierte en una epidemia y nadie dice nada.
No nos atrevemos.