Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@hotmail.com

Vivimos tan acelerados que no nos percatamos de las señales que nos ofrece esta realidad de apariencias. Y solo se centran en hacer y hacer sin pensar respondiendo impulsivamente a cualquier estímulo externo.

La gran mayoría de las personas generalmente se detienen luego de un accidente o una gran enfermedad. Algunos ni con eso se detienen. Lo cierto es que esta realidad de apariencias, puede ser leída o entendida como una gran puesta en escena. Desde esa perspectiva podemos decidir conscientemente si somos actores, directores o simple espectadores, el ser testigos representa la visión más elevada espiritualmente hablando.

Sin embargo, todas y cada una representan en su totalidad una misma manifestación. Al ser actor consciente de nuestras decisiones, ya no nos movemos impulsivamente por la vida y asumimos con responsabilidad cada uno de nuestros actos. Aquí el actor escoge su libreto. No nos castigamos ni nos juzgamos, solo aceptamos lo que ocurre como un juego al que hemos decidido entrar voluntariamente.

También podríamos asumir que así como decidimos participar también podemos salir cuando lo deseemos. El ser director sugiere que no solo accionamos en nuestras vidas de forma consciente, sino que a cada instante decidimos que ocurrirá o no, por supuesto no se trata de control, pues las circunstancias a las cuales somos sometidos diariamente, nos inducen a la toma de decisiones y son éstas últimas las que determinan nuestro futuro.

Desde ese punto de vista lo que pudiera ser leído como un tanto ilusorio, vemos a un gran número de personas con los teléfonos inteligentes grabando videos y subiéndolos a las redes sociales, tejiendo así una realidad que no está dada. Las percepciones de este fenómeno son múltiples y van desde una aceptación total a un total rechazo.

No podríamos entender bien todo esto si dejáramos de lado cómo funcionan las mentes de los niños y jóvenes. Para algunos autores todo esto es signo de un instrumento más de control mental por parte de la Matrix, en cuyo Zenit veremos a la inteligencia artificial como el gran coco de estos tiempos.

Y es precisamente allí donde pongo el dedo, porque la razón intuitiva me dice que si quieren asustarme con eso, lo que se me ofrecen no puede ser tan malo. La mente de los niños y jóvenes está evolucionando hacia una percepción videocultural, es así como la comprensión del mundo se asume como un todo y no como instancia separada por partes y/o fragmentos.

De este modo se van tejiendo asociaciones cada vez más complejas que sugieren la emergencia de otra forma de pensar que supera a la lógica lectoescritural. Siempre existe la posibilidad de decidir y es allí donde llegamos a la dimensión del ser como testigo. Desde aquí ya no nos sentimos los actores aunque evidentemente actuamos ni los directores aunque evidentemente tomamos decisiones.

Aquí hemos comprendido profundamente que la expresión: “Que sea lo que Dios quiera”, no es un acto de rendición después de haberlo intentado todo, sino una expresión de confianza y fe cuando se ha comprendido que no hay nada por que luchar.

Así pues el viaje ahora es un espacio para el disfrute y cada instante es un momento para crecer. La virtualización de la vida, puede ser un espacio para destruir, para construir o para observar y decidir qué hacer en cada instante.

Cada quien desde su lugar de juego decidirá y no se tratará de quién lo hace bien y quién no, porque aquí todo tiene su sentido y todo se complementa con todo. Decide donde quieres estar y sé feliz.

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