Por: Antonio Samudio Oggero – Investigador del Centro Multidisciplinario de Investigaciones Tecnológicas (CEMIT) de Paraguay / Correo: asamudio@rec.una.py / Instagram :@tonysamudioo
A escala global, las legumbres son verdaderas superestrellas de la dieta: son pilares del bienestar gracias a la densidad nutricional y las propiedades funcionales que albergan sus semillas.
Si bien hemos enfocado tradicionalmente nuestra atención en las leguminosas más comunes (como el frijol, la lenteja o el garbanzo), un grupo de parientes menos conocidos, las leguminosas desatendidas y subutilizadas, están cobrando una relevancia fundamental.
Estas legumbres “olvidadas” se están revelando como un potencial tesoro escondido para combatir la desnutrición e impulsar la seguridad alimentaria, especialmente en regiones vulnerables. Su consumo se asocia con notables beneficios para la salud y las posiciona como candidatas perfectas para ser consideradas alimentos funcionales.
La razón principal para su potencial en la lucha contra la desnutrición es su excepcional perfil nutricional y los consecuentes beneficios para la salud, que las posicionan como candidatas a ser alimentos funcionales:
- Riqueza Proteica y Calidad: Las legumbres son una de las fuentes vegetales más ricas en proteínas, lo cual es crucial en dietas donde el acceso a la proteína animal es limitado. Al combinarse con cereales (como el arroz o el maíz), ofrecen un perfil de aminoácidos esenciales completo, fundamental para el crecimiento y el desarrollo.
- Micronutrientes Esenciales: Son una fuente sobresaliente de micronutrientes cuya deficiencia causa gran parte de la desnutrición global. Contienen altos niveles de hierro (combatiendo la anemia), zinc (esencial para el sistema inmunitario), folato (importante para el desarrollo neuronal) y vitaminas del grupo B.
- Fibras y Compuestos Bioactivos: Su alto contenido de fibra dietética promueve la salud digestiva. Además, contienen compuestos bioactivos (como polifenoles y antioxidantes) que les confieren propiedades funcionales, asociadas con la reducción del riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes y problemas cardiovasculares.
Impulso a la Seguridad Alimentaria en Regiones Vulnerables
Su potencial para impulsar la seguridad alimentaria se basa en su valor agronómico y su bajo impacto ambiental, características esenciales para regiones con recursos limitados o bajo estrés climático:
- Resiliencia Climática: Muchas de estas legumbres “olvidadas” son variedades nativas o criollas que han evolucionado para tolerar condiciones de estrés hídrico (sequías), suelos marginales o altas temperaturas. Esto las convierte en cultivos de bajo riesgo y alta rentabilidad en zonas vulnerables al cambio climático.
- Sostenibilidad del Suelo: Las legumbres son fijadoras de nitrógeno atmosférico en el suelo, lo que significa que requieren menos fertilizantes nitrogenados costosos. Esto reduce los costos de producción para los pequeños agricultores y mejora la fertilidad del suelo de forma natural, promoviendo sistemas agrícolas más sostenibles.
- Diversificación y Adaptación: Al ser introducidas o revalorizadas, estas legumbres diversifican la base de alimentos de las comunidades, ofreciendo alternativas a los monocultivos de cereales. Esta diversificación aumenta la estabilidad de la producción local y reduce la dependencia de cultivos comerciales volátiles.
Sólo por mencionar unas pocas de las muchas legumbres olvidadas de América:
- Tarwi (Lupinus mutabilis): También conocido como chocho, es una legumbre andina cultivada desde hace miles de años en Perú, Ecuador y Bolivia. Es una de las plantas con mayor contenido de proteína, rivalizando con la soja, y es rica en calcio, hierro y lisina. Su principal desafío es la presencia de alcaloides amargos que deben eliminarse mediante un proceso de remojo y lavado.
- Ají de la Sierra (Canavalia plagiosperma) : Originario de América Central, este frijol silvestre es altamente tolerante a la sequía y crece en suelos pobres. Sus semillas son una fuente de proteínas y fibra, y se están investigando por su potencial para la seguridad alimentaria en zonas de clima variable.
- Frijol de Palo (Cajanus cajan): Conocido también como gandul o guandú, es una legumbre perenne originaria de la India pero que se ha adaptado y naturalizado en gran parte de América Latina y el Caribe. Es muy resistente a la sequía y a los suelos pobres, lo que lo hace ideal para la agricultura de subsistencia. Es una excelente fuente de proteínas, carbohidratos, fibra y varios minerales.
- Frijol del Tepary (Phaseolus acutifolius): Una variedad de frijol nativa del suroeste de Estados Unidos y el norte de México. Es excepcionalmente resistente a la sequía y al calor, por lo que es un cultivo de alto valor para las zonas áridas. Sus granos son pequeños, con un sabor suave, y son una buena fuente de proteínas y fibra.
- Poroto de Vaca (Vigna unguiculata): Aunque se le conoce como “vigna” o “poroto de vaca”, no es un frijol en el sentido estricto. Es un cultivo de gran importancia en el norte de Brasil y en algunas partes del Caribe. Es altamente versátil, ya que se consume tanto el grano como las vainas tiernas. Es un cultivo de bajo insumo, resistente a la sequía y que prospera en suelos marginales.
Las leguminosas subutilizadas y desatendidas son un tesoro estratégico para la seguridad alimentaria global, gracias a su excepcional densidad nutricional (altas proteínas, micronutrientes y compuestos bioactivos funcionales) que las convierte en poderosas herramientas contra la desnutrición. Además, su resiliencia climática y su capacidad de fijar nitrógeno las posicionan como cultivos fundamentales para la agricultura sostenible y la diversificación productiva en regiones vulnerables, ofreciendo una solución de bajo impacto para impulsar la estabilidad y la salud.