Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@hotmail.com
Cuando estudiamos ciencias o filosofía, aprendemos a identificar patrones, series, secuencias, códigos o ciclos que se repiten cada cierto tiempo. Esta realidad también funciona para el mundo espiritual. De allí que, si aprendemos a seguir nuestros pensamientos y emociones, por ejemplo, podríamos anticipar ciertas respuestas de parte de nosotros mismos hacia los demás y viceversa.
Quién asume responsablemente el proceso de expansión de su consciencia, no puede ya esperar otra cosa que la manifestación de dichos patrones. Y esto es aplicable en lo personal y en lo colectivo. En lo muy íntimo y en lo social, en lo público y en lo privado, en las ciencias sociales, y en las naturales.
El matemático que vive las matemáticas más allá de los números y los símbolos, sabe y entiende esto. Incluso hay patrones propios de la naturaleza o de la totalidad que nos sugieren el camino del equilibrio y la normalidad y hay patrones que nos sugieren todo lo contrario.
Detrás de todo esto también hay otros factores que también deben ser tomados en cuenta, ya que esa totalidad o naturaleza, también cambia y evoluciona. Pero incluso allí hay patrones. El ser despierto que puede percibir esto con claridad en su día a día, nada le sorprende, ya no observa a las personas por lo que dicen sino por lo que hacen.
En la biblia dice: Por sus frutos los conoceréis. (San Mateo 7, 16). Es decir, debemos observar no a los seres humanos y a la sociedad toda, como una instancia distraída y dormida del mundo. El ser intuitivo que desde niño comienza a comprender esto, pasa por varias etapas:
- La primera de confusión, pues ve en todos incluyendo a padres y a maestros como seres incapaces de captar lo que para él o ella es obvio. El intuitivo al comienzo de su proceso cree que todos son como él y por consiguiente, se extraña de un mundo que no responde de la misma forma.
- Luego pasa por una etapa de rebeldía egoica en y/o a través de la cuál creé que todos están equivocados menos él o ella. Ésta etapa lo hace sentirse muy solo e incomprendido.
- Y por último se llega a una fase de comprensión tolerante.
En cada una de estas etapas el ser va aprendiendo a como trabajar con sus emociones y pensamientos y descubre que cada quién va a un ritmo diferente. Una de las primeras constataciones de todo lo anterior la tenemos en la falta de coherencia/ congruencia. De parte del resto de la humanidad.
Un ser coherente que ha vivido y transitado por lo dicho arriba, no espera nada novedoso de los demás, pues todo es predecible. Hasta las respuestas irracionales son predecibles, los medios de comunicación y la publicidad saben de esto, es por ello que buscan siempre el control de las masas.
Un sujeto masa es aquel que es incapaz de ver con claridad en su día a día todo esto. Cuando una persona se siente agredida u ofendida por otra, no es la otra persona la del problema, soy yo quién no debería sentir nada. Y si por el contrario hay una respuesta ya sea verbal o emotiva, fue el ser aparentemente consciente quién perdió la batalla, el otro no sabe ni lo que hizo.
Incluso los seres que conscientemente hacen este tipo de ataques para obtener dominio y control, son en su mayoría también víctimas de otros seres ocultos que mueven los hilos. Este juego es tan complejo que ante una situación de anticipación, lo más conveniente desde el punto de vista de la realidad fluctuante, es permanecer en silencio.
Si alguien te ataca agresivamente, lo menos recomendable es responder de igual modo. Muchas de estas personas que de repente atacan de algún modo a los otros sin razón aparente, actúan como interruptores eléctricos. Es decir, se encienden, dicen o hacen lo impensable y luego vuelven a un estado de aparente normalidad.
Los invito a observar lo que ocurre a sus alrededores y constatar esto. Recuerdo el caso de un vecino y amigo de infancia que estaba jugando dominó, se levantó fue buscó el arma de fuego del papá, mató a una persona y luego volvió a jugar dominó.
Acciones como esta de mayor o menor impacto ocurren a diario y la mayoría de la gente sigue esperando que todo se arregle solo. O peor aún, siguen esperando que otros decidan por ellos. Esos que deciden son igualmente ciegos.
Mi hermana trabajó por más de 30 años en una institución de educación de niños y jóvenes discapacitados visuales. En una oportunidad vi a tres invidentes caminar en fila india tomado el uno del otro. Fui y le pregunté si los tres son ciegos, quien lleva a quién, y ella me respondió: El que va de primero ve un poquito más que los otros dos.
Así es la sociedad llena de ciegos, todos somos ciegos. Los que creemos que medio vemos también somos ciegos de mucho que no vemos. Es por esto que pretender ser guía de otros puede ser muy peligroso. A prendamos de nosotros mismos y de los demás, seamos compasivos y tolerantes, y sobre todo amemos mucho a nuestro prójimo, porque todos somos absolutamente hechos con la misma sustancia.
Sean libres, los amamos.