Por: Sofía Urra Rivadeneira – Cuba / Instagram: @sofia_urra_rivadeneira

Hace unos días estaba pensando en la cantidad de cosas que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida. Desde que nacemos nuestra familia nos enseña  a caminar y hablar. Nos preparan para ser educados y saber comportarnos en los diferentes sitios a los que vamos, nos dicen que debemos compartir lo que tenemos y nunca olvidarnos de dar las gracias cuando es necesario . Son tantas las cosas que nos enseñan que es imposible nombrarlas todas. Pero hay algo que nunca me enseñaron y tuve que aprender completamente sola, y es como dejar que las personas salgan de nuestras vidas. Hay muchas causas que nos llevan a hacer esto, aunque no siempre son las correctas y muchas veces queremos aferrarnos con uñas y dientes a esas personas.

Desde pequeña aprendí que la mayoría de las personas  terminan marchándose en determinado momento. Ahí entra la difícil tarea de dejarlas ir y asumir que ya no forman parte de tu vida.

Con algunas es más fácil aceptarlo, pero qué me dicen de esas personas que son capaces de conquistarte con sus palabras, y no estoy hablando de amor, o por lo menos no solamente. Son personas que se vuelven irreemplazables, desprenden una energía tan positiva que es imposible que te sientas mal alrededor de ellos. Te divierten y siempre saben qué decir para que les cuentes lo que te sucede. Son como las curitas que nos ponían nuestros padres cuando nos caíamos de pequeños. Se convierten en tu número de emergencia cuando sientes que el mundo se derrumba a tus pies. Con quienes puedes hablar horas sin cansarte, decir todo lo que pasa por tu cabeza sin filtros porque sabes que no te juzgarán. Siempre intentarán comprenderte y ayudarte. Con quien, al caminar a casa en su compañía no te importa tomar el camino más largo, ya que eso significa pasar más tiempo juntos. Esas personas con las cuales nunca vas a necesitar tener muchas fotos para recordarlos, porque en los mejores momentos solemos estar demasiados ocupados disfrutándolos como para detenernos a tomar una foto.

Algunos podrían interpretar esto como un sentimiento romántico, pero no se trata de eso. Existen amistades que podrían convertirse en la historia más hermosa de cariño incondicional y lealtad. Hay quienes irrumpen en nuestra vida de una forma tan rápida e impredecible que no nos damos cuenta, pero de un momento a otro pasan a hacernos sentir que son imprescindibles, se cuelan por nuestra piel y llegan a apoderarse de un pedazo de nuestro corazón. Se roban sonrisas y risas sonoras e inolvidables.

Sin duda estas personas son las más peligrosas porque cuando se marchan dejan una huella inmensa con todos los recuerdos. Aunque, si se trata de mí y pudiera volver el tiempo atrás no cambiaría nada, a pesar de saber que al final voy a tener que aprender a soltarlos, como a todas las demás personas.

Y tú, ¿preferirías no haber coincidido con una persona así, solo por el dolor que causa después tener que dejarlas ir?

 

 

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