Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@gmail.com
Según la tradición budista Zen, vinimos al mundo inocentes y nos vamos de este también inocentes. La primera inocencia es inconsciente y la segunda es consciente. En medio de ambas se da el paso por el mundo. A ese paso por el mundo lo llamamos aquí, el viaje del ego.
La inocencia del recién nacido, pronto comienza a pasar por un proceso de adquisición de informaciones y conocimientos. En ese proceso continuo el ser humano desarrolla eso que algunos llaman carácter y/o personalidad.
El niño en crecimiento comienza a descubrir que el mundo está allí para él, pero dado que todos los niños en edad preescolar pasan por esa misma etapa, es precisamente allí donde comienza la lucha.
El niño dice por primera vez, esto es mío y no te lo doy. Decía mi profesor de psicología evolutiva que los niños a esa edad, se creen el último refresco del desierto, pero cuando llegan al preescolar descubren que hay una gavera completa. Es allí es donde comienza a manifestarse el ego. El paso por la comprensión del ego en la evolución de la consciencia del ser humano, es necesario para trascenderlo y llegar así a ese estado de inocencia consciente del que hablamos al inicio.
La gran mayoría de los seres humanos no entienden esto, y siguen armando berrinches o pataletas porque quieren el juguete del otro niño. Así pues, ese juguete puede ser un hombre o una mujer, un objeto, un cargo o una circunstancia que el ser egoico desee poseer y controlar.
El ser egoico es un ser temeroso que se escuda tras las apariencias de ciertos recursos y/o poderes, y necesita cuál niño de edad preescolar ser reconocido y validado por otros para sentirse satisfecho. Entorno a un ser egoico con aparente poder, existen siempre seres egoicos sumidos, obedientes, que contribuyen a darle cierta aparente fortaleza a dicho ser egoico, pero eso es sólo apariencia porque ese ser sumiso, es también un ser egoico que espera el momento oportuno para actuar.
Aquí, en y a través del ego, sólo opera la relación cazador presa, así pues aparece el macho o hembra alfa y beta. Detrás de todos estos comportamientos egoicos lo que existe es un profundo miedo por soltar todos los apegos.
Así pues el paso por la vida y a su vez el desarrollo de la consciencia, consiste en llegar aquí en cero, adquirir luego conocimientos, saberes y experiencias, para luego soltarlo todo, quedarse sin ningún apego emocional, es decir sentir que no posees ni controlas nada.Y así retornar al origen o fuente primordial.
En conclusión, es necesario pasar por el ego, pero no quedarse allí. Un adulto egoico es equivalente a un niño berrinchudo de edad preescolar. Podríamos decir que la experiencia del ego es necesaria, para descubrir que el ego no es necesario.
Aquella persona que vive tratando de convencer al otro en relación a su punto de vista, es sin lugar a dudas un ser egoico. Todos sin excepción tenemos nuestra dosis de ego, algunos más que otros. La tarea está en darnos cuenta de ello y trabajar a diario en el arte de soltar los apegos, para así ser libres y felices.