Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@hotmail.com
“El corazón tiene razones que la razón no entiende”
Blais Pascal.
La mayoría de las personas usa la expresión sabio o inteligente como sinónimos, pero, ¿es esto realmente así? A continuación intentaré distinguir algunas diferencias:
- El inteligente acumula información y no siempre sabe qué hacer con ella, es decir. Es cantidad en lugar de calidad.
- El sabio no acumula información y por lo general con poca información toma decisiones correctas. Es calidad en lugar de cantidad.
- El inteligente usa esencialmente su mente, es decir, su hemisferio cerebral izquierdo para la toma de decisiones y su método de acción es el ensayo y el error, es decir el método científico.
- El sabio es esencialmente intuitivo, y se vale de ésta para tomar las decisiones aun cuando no posea argumentos ni evidencias, su voluntad lo guía.
- El inteligente centra su atención en su exterioridad y desde la percepción que llega a través de sus sentidos fundamenta sus decisiones.
- El sabio no busca argumentos pues no pretende convencer a nadie. El sabio sabe y ya. Ni siquiera él sabe cómo ni porqué sabe lo que sabe. Sólo sabe que lo sabe y eso le basta.
- El inteligente busca reconocimiento de los demás para así alzar su ego y sentirse superior en los demás.
- El sabio sabe que lo que sabe le pertenece a la totalidad y que todos sí trabajan su interioridad pueden tener acceso a ello, por eso no se siente más que nadie.
- El inteligente es un ser dormido que cree poder resolverlo todo.
- El sabio sabe que no vino a este mundo a resolverlo todo.
- El inteligente cree tener siempre la razón y lucha por convencer a los demás.
- El sabio no discute, pues entiende que cada quien está en su proceso y debe ser respetado en ello.
Una persona puede ser sabia e inteligente, pero no puede ser inteligente y sabia. Al final solo seremos lo que nuestro corazón nos diga y no lo que los demás crean de nosotros.