Por: Ricardo J. Chaparro – Tovar / Investigador INIA- Venezuela, Miembro Fundador de la Red Latinoamericana de Divulgación Científica (RLDC) / Instagram: @ricardojcht/ Correo: ricardochaparroinia@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-0749-726X
El presente escrito es una contribución desde la Red Latinoamericana de Divulgación Científica.
En los laboratorios y universidades de Venezuela, existe un fenómeno curioso: investigadores con proyectos financiados que, sin embargo, no publican sus hallazgos.
¿Falta de motivación, procrastinación o un sistema que no exige rendir cuentas?
Mientras en países como Estados Unidos o Alemania las publicaciones son el pasaporte para obtener financiamiento, aquí la realidad es distinta. Basta con tener un proyecto aprobado para seguir en la carrera académica, incluso si los resultados nunca ven la luz.
Este contraste no es solo un problema administrativo, sino una grieta en el puente entre el conocimiento y la sociedad. Imaginemos una teoría revolucionaria que logre integrar conceptos aparentemente dispares, desde la dinámica de poblaciones hasta la virología del VIH, pasando por la termodinámica y la semiótica. O también, una propuesta que una ecología, cibernética y neurociencia en un mismo marco teórico, todo ello podría quedarse en un archivo PDF olvidado si no existiera la voluntad de compartirla.
¿Por qué callamos lo que descubrimos?
Durante un taller de redacción científica, varios investigadores veteranos con proyectos vigentes confesaron su dificultad para publicar. Algunos alegaban falta de tiempo; otros, la complejidad de “traducir” sus hallazgos a un lenguaje accesible. Pero tras las excusas, emerge una pregunta incómoda:
¿Qué pasa cuando la academia premia más la obtención de recursos que la comunicación del conocimiento?
Un modelo teórico innovador, por ejemplo, que vincule variables biológicas y matemáticas para explicar fenómenos complejos —como la entropía de un ecosistema, la eficiencia de un algoritmo o la salud inmunológica—, no sería más que una idea abstracta sin artículos que la expliquen. Sin divulgación, ese rompecabezas interdisciplinario nunca se arma.
El costo de la ciencia invisible
En otros países, publicar es una moneda de cambio. Si no compartes tus resultados, no accedes a fondos, colaboraciones ni reconocimiento. Es un sistema imperfecto, pero al menos obliga a los científicos a publicar, y a pensar en el impacto social de su trabajo. En Venezuela, mientras tanto, se cultiva una paradoja: hay expertos locales con décadas de experiencia y cero artículos publicados. Entonces, ¿Cómo evaluar su contribución real?
La solución no es solo técnica —cursos de redacción o talleres—, sino cultural. La ciencia, en su esencia, es una conversación. Si un modelo para predecir colapsos ecológicos o una terapia innovadora contra el VIH no se discute, critica o aplica, pierde su razón de ser.
Hacia una ciencia que dialogue
La verdadera innovación surge cuando las ideas chocan, como partículas en un acelerador. Así debería funcionar la academia: proyectos que no solo se financien, sino que se expongan al escrutinio público, que inspiren a jóvenes investigadores, que lleguen y den respuestas a políticas públicas.
La próxima vez que un investigador se conforme solo con ejecutar un proyecto y dude entre guardar sus datos o publicarlos, podría preguntarse: ¿de qué sirve descifrar la dinámica de un virus o la resiliencia de un bosque si ese saber no trasciende el escritorio?
La ciencia silenciosa no es ciencia, es un susurro en un huracán.
Para pensar:
Si hasta las ecuaciones más complejas buscan “hablar” a través de sus aplicaciones, ¿no deberíamos los investigadores asegurarnos de que esa voz llegue a quien la necesita?
En el pais ocurren muchas cosas. Y es un tema bien interesante. Entre las dificultades para la investigación, el desánimo, muchas veces, incluso investigadores que no ven ningún tipo de retribución en su trabajo. Aún cuando los investigadores de corazón y convicción deberían sentirse a gusto con el hecho de investigar y divulgar…. si las investigaciones no se divulgan no tienen sentido alguno… para que se investiga entonces?? Si no se presentan estas investigaciones para ser observadas,discutidas y para su divulgación pierden su sentido. Más cuando observamos muchas investigaciones que se hacen solo para logras ascensos o cumplir con un requisito o académico o des ascensos.
Buen día. Muy bueno este articulo. Lo que comenta al inicio es la realidad en las instituciones que hacen investigación y lo que dice al final es la motivación de muchos investigadores y docentes. También hay que decir que falta en el país una verdadera política de divulgación que vaya más allá de sólo realzar la gestión institucional.