Por: Óscar Fernández Galíndez – Venezuela / Correo: osfernandezve@gmail.com

Vivimos en un mundo en el que la realidad se nos presenta como una ficción y la ficción se nos muestra como una realidad. La “ficcionización” de la realidad es tan recurrente que nuestra única opción mental es la confusión.

Andamos por la vida tan convencidos de nuestra confusión que somos capaces de defenderla encontrando así argumentos que la sustenten. Y es que la misma argumentación forma parte de todo esto, la lógica aristotélica, la religión, la ciencia, la tecnología, la salud, la educación y más forman parte de este gran entramado. Y quizás lo único que podría salvarnos son las artes, pero, las llenan de banalidad, de vicios y de fragilidad emocional.

Nada es casualidad, de hecho, cuando el movimiento hippie se hizo interesante, le introdujeron drogas y sexo y lo destruyeron. Los laboratorios dedicados al control mental, nos inoculan ideas y emociones a través de los medios de comunicación que nos hacen vulnerables para así poder manipularnos y de este modo lograr nuestra sumisión.

Nos repiten por años un mensaje en torno a un hecho falso que no ha ocurrido, y nuestra mente, inconsciente crea una línea de tiempo paralela que la hace real para nosotros. Somos incapaces de distinguir lo verdadero de lo real y al final somos los creadores de nuestra propia prisión.

La razón de todo esto lo constituye la neurosis colectiva que todos padecemos, la misma es inoculada en nosotros a través de la inducción al miedo. Todos los niños nacen sin miedos y la sociedad y la cultura, se encargan de hacernos reaccionar impulsivamente casi que ante cualquier situación.

Por ejemplo, si viene un perro caminando en sentido hacia ti, inmediatamente crees que te va a atacar, si alguien dice algo en un tono de voz que te parece ofensivo crees que es contra ti, si pasas por un lugar y un grupo de personas se están riendo, crees que es de ti. Y si bien todo lo anterior puede pasar, es muy improbable que ocurra todo el tiempo.

Y así como creamos la ilusión del ataque, creamos muchas otras ilusiones que al juntarnos con seres que también las creen reales, generan un círculo de complacencia que hace para esos seres un espacio de complicidades en lo intelectual y en lo afectivo.

De este modo la ilusión se transforma en empatía y soy capaz de entender y de sentir, por ejemplo, la miseria del otro. Una persona puede llegar a sentirse tan miserable como otra si sigue al pie de la letra está receta.

Por cierto, la industria farmacéutica ha sido muy útil en este sentido, pues su principal objetivo no es sanar sino enfermar. El negocio está en la enfermedad y no en la salud. La cárcel que nos ata e inhabilita se encuentra dentro de cada uno de nosotros y ésta se llama ego y/o dependencia.

Nos hacemos dependientes a las drogas lícitas e ilícitas, a ciertas situaciones, a las personas, al sexo, al trabajo, a cierto estatus social, a ciertos alimentos, al ejercicio, etc. De este modo lo que pudiera ser beneficioso se convierte en todo lo contrario.

Sólo el autoconvencimiento en relación a lo dicho aquí, comienza a generar en nosotros un estado de alerta que poco a poco va generando en nosotros mayor confianza. Es importante tener claro que no se puede salir del laberinto si aún le tememos a la oscuridad. La oscuridad se encuentra dentro de cada uno de nosotros y si no somos capaces de confrontarla, nunca seremos realmente libres.

Hay quienes intelectualmente dicen entender y compartir todo lo dicho aquí, pero igualmente sienten mucho miedo. Si no son capaces de superar sus miedos internos seguirán siendo esclavos de ellos mismos.

El miedo es el enemigo a vencer y para ello se requiere mucha voluntad y paciencia con nosotros mismos. No hay psicoterapeuta que nos salve porque ellos además de estar igual o más confundidos que nosotros, han hecho al igual que la industria farmacéutica un negocio de la enfermedad.

Sólo tú te puedes sanar a ti mismo, no hay salida más que hacia adentro. Sólo amándote y observándote encontrarás el camino de retorno.

El contacto con la naturaleza y con gente alegre ayuda mucho a entender que el miedo en nosotros no es más que dependencia a las hormonas del miedo, es decir, a la adrenalina y el cortisol, tan pronto comenzamos a hacernos conscientes de ello, nuestra vida comienza a cambiar y nos convertimos en los magos creadores de nuestra propia existencia.

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