Por: Por: Alejandra Herrera – Chile / Correo: aleescritorafeminista@gmail.com / Instagram @ale__escritora
“La vejez es particularmente difícil de asumir porque siempre la habíamos considerado como una especie extranjera: ¿entonces me he convertido en otra mientras sigo siendo yo misma?
“La Vejez”. Simone de Beauvoir
No envejecerás. Parece ser un mandamiento más de los tantos que nos imponen. Y como no sentirlo, si a diario los medios y las redes sociales nos recuerdan que el tiempo pasa e inevitablemente envejecemos. Las “arrugas gravitacionales” (como lo señala amablemente una marca de crema) empiezan a registrarse en el rostro y la cuerpa. Todo lo terso se pliega y lo firme se suelta. Naturalmente nada se mantiene intacto. El tiempo todo lo alcanza, pero aquello en nosotras está prohibido.

Crecemos rodeadas de violencia simbólica respecto a nuestra apariencia. Pesos, medidas y edades determinan las formas y los espacios a ocupar. El fin último es la belleza, como si aquello no fuese suficiente, también enfrentamos otro gigante, uno que no da pie atrás; el proceso de envejecer. De él surgen creencias que limitan y dañan la forma de transitarlo.
- La eterna juventud: Es el mandato rector del sistema. El objetivo es nunca representar la verdadera edad. Es imperativo vernos con un par de años menos. El dogma es mantenernos jóvenes, idealmente lo que más resista nuestra piel y nuestro bolsillo. El mercado siempre tan generoso, despliega innumerables cosméticos, tratamientos, cirugías y un largo etc, para mantener la tan valorada juventud. Internalizamos y damos la pelea por un proceso biológico imposible de detener.
- Envejecer “dignamente”: Aclaremos que envejecer no es un acto indigno. Pero en el imaginario social, la vejez está asociada básicamente a la fealdad, enfermedad e inutilidad. Nos referiremos a la fealdad, porque desde este lugar nos martillan la cabeza. Y no podría ser de otra forma, si la belleza es la protagonista, la fealdad es su antagonista. Para no ser “indignas” nuestra apariencia debe estar intacta, a pesar del paso de los años. De esta acción devienen frases como “que bien te conservas” o “estas como el vino”, situándonos en una categoría de objeto o producto digno de ser exhibido y/o degustado.
- Erotismo y vejez: Partiremos de la falsa premisa instalada, acerca de la asexualidad de las personas mayores. En nosotras aquello se duplica. Bajo la lógica de la belleza, un cuerpo arrugado y suelto, no es un cuerpo deseante, ni deseado. No obstante, esta situación cambia si la mujer “se conserva bien”, es decir, bajo el modelo hegemónico de belleza; mantiene sus atributos corporales y se viste de manera “atractiva” respondiendo a la estructura de aquel modelo. Pareciera que el sexo y el goce están reservados solo bajo aquellas condiciones, que por cierto la industria del porno ha explotado exitosamente a través del estereotipo de la “milf”.

Sabemos que todas “vamos para allá”; pero sin duda la diferencia entre hombres y mujeres en este proceso es innegable. Se cree que para ellos el paso de los años les otorga madurez, sabiduría, experiencia, cualidades socialmente valoradas que les brindan un estatus mayor en comparación con el nuestro. Ni los medios ni las redes sociales los bombardean con mantener intacta la lozanía de sus rostros, la firmeza de sus abdómenes, sus cabellos o algún signo que denote el paso del tiempo.
El escenario cambia drásticamente cuando los años comienzan avanzar en nosotras. Diría que la mayoría que pasamos la barrera de los 35, hemos sentido en algún momento de la vida, como el miedo a envejecer nos atormenta el pensamiento. La edad cruza transversalmente nuestra biografía. Literalmente corremos contra reloj.
Es tan difícil despojarnos de la creencia que nuestra integridad como mujeres es proporcional a cuanta juventud aparentemos. Preferimos invertir energías y recursos en la idea de congelar el tiempo, con el anhelo de mantenernos “en el mercado”; mercado que el sistema patriarcal ha construido para nosotras, donde lo que hagamos nunca será suficiente para alcanzar un ideal de mujer creado por y para él. En palabras de Thompson (2022) “A las mujeres nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestros cuerpos”
Envejecer es un proceso que nos permite descubrir nuevas formas de habitarnos, de mirar la vida, de reconciliarnos con nuestras “cuerpas”, con nuestra historia. El paso de los años nos concede fuerza y valentía frente al mandato de la eterna juventud. De esa batalla no salimos indemnes, lo sabemos; sin embargo, la libertad siempre lo vale.
Soy Alejandra Herrera, Feminista y escritora. Psicopedagoga, Magíster en Neurociencias aplicadas a la Educación, Diplomada en Estudios de Género mención Políticas Publicas y Educación. Autora del libro “Apto para Señoritas”. Te invito a conocer más acerca de mi trabajo en mi cuenta de Instagram @ale__escritora o mediante mi correo: aleescritorafeminista@gmail.com .
Referencia
Thompson, E. (2022) Discurso realizado en el Festival Internacional de Cine de Berlín. https://www.youtube.com/watch?v=P2fzZCu_jyw
Excelente artículo alejandra claro …consistente y verdadero
Muchas gracias, que bueno que lo hayas disfrutado
“La vejez”, un tema complejo de abordar. Mucho más difícil para las mujeres por todo lo que tú has mencionado. A veces, se vuelve complicado aceptar que todo sucumbe ante el paso de los años, pero peor aún, cuando el entorno no facilita a vivir ese proceso, proceso propio de la vida.
Me gustó mucho Alejandra, eres una gran escritora.
Muchas gracias Carmen por tus palabras y tal como mencionas el entorno no facilita un proceso natural. Un abrazo cariñoso
Me encanto! Un deseo narcicista el mantenerse siempre joven supongo.
Así es Diego y cuesta no sucumbir a ese deseo. Un abrazo cariñoso