Por: Rafael Mello – Brasil

Correo: rafaelmellocad@gmail.com

Como futuro docente y como alumno, algo que me despierta el pensamiento y me causa cierta incomodidad es pensar en la forma en que se trata a los alumnos y cómo puedo romper con eso cuando me toque estar en el aula en el cargo de maestro. Cuando discutimos este tema en la facultad, nos cruzamos con autoras como Elza Nadai y Circe Fernández Bittencourt, donde señalan que la enseñanza de la historia es una construcción constante y que es arriesgado quedarse estancado.

Bueno, una de las grandes pautas de la educación en estos días es: Ver a los estudiantes como humanos y hacerlos sentir como participantes de la historia. Y de hecho, es una directriz muy importante para la educación; pero pregunto:

¿A qué humanidad y a qué sujeto se dirige?

¿Un sujeto humano pensado a la manera europea?

¿Este humano entiende y enmarca la existencia de los pueblos indígenas y negros?

Y la pregunta final:

¿No estamos otra vez estancados como docentes?

La respuesta a todas las preguntas que señalé anteriormente, son largas y abren varias posibilidades de discusión; pero en este artículo, quiero centrarme en lo que creo que es la razón principal que conduce a ellas. Todavía no estamos preparados o nuestros pares no quieren hablar de raza en la enseñanza de la historia (como en cualquier otra modalidad de enseñanza) y esto habla mucho más que una pregunta orientadora de esta discusión sobre la forma en que se ve la educación y, principalmente, cómo se hace.

En este caso, es necesario que tengamos cierta mirada crítica a las formas de comportamiento y también a las prácticas pedagógicas que nos enseñaron a utilizar tanto en la escuela como en la universidad en Brasil.

Mirar al alumno, percibirlo en el aula es en realidad algo mucho más allá de la pluma, el cuaderno y el libro de texto. Pasa por un proceso de reconocerlo como ser humano en su total complejidad y particularidad, y es en este punto que entra la discusión del factor racial, especialmente en América Latina, donde el tema de la esclavitud sigue siendo una herida abierta y poco debatida, y parece además, haber potenciado esta carencia o lo que podría llamar un vacío en el debate.

Aquí es necesario explicar que, entiendo la raza como un aspecto social, ya que biológicamente este es un tema que se ha deconstruido durante mucho tiempo; sin embargo, como explica el filósofo Kwame Anthony Appiah, es necesario entender que el racismo se crea a través de factores sociales y que siguen activos y operativos en nuestra sociedad. Con ello, pretendo demostrar que es imposible para la enseñanza y en especial la enseñanza de la historia, intentar comprender al alumno como sujeto activo de esta, sin mirarlo como ciudadano perteneciente a un género, clase y especialmente a una raza.

Ahora bien, con todos estos factores sociales juntos, podemos decir que efectivamente estaremos alcanzando una mejor manera de comunicar y entender al estudiante dentro del salón de clases, ya que a través de esta discusión y estos argumentos, comprendemos que en realidad la igualdad en el sentido de la educación es algo utópico y francamente innecesario. Pensar en los estudiantes como seres iguales es ir al revés de lo que se piensa de un sujeto histórico y humano, significa limitar la experiencia humana y educativa, y principalmente, nos lleva a intentar cada vez más a colocar al estudiante en un aspecto funcional y encaminado hacia una educación técnica más preocupada por la formación de mano de obra que por el pensamiento crítico del ciudadano.

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