Por: Brenda Gozz – México – Correo: kero0pie@gmail.com / Instagram: @brentidae

El 13 de Julio se conmemora el Día Internacional del TDAH con la intención de concientizar a las personas sobre esta condición, porque eso es lo que es, una condición; no es una enfermedad porque no es algo que se cure.

Antes de empezar con este artículo, definamos a grandes rasgos qué es un TDAH. El TDAH es el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad y las personas que somos diagnosticadas con él no tenemos ningún problema como tal, simplemente que somos y funcionamos de manera diferente a como lo hace el resto. Entramos en el mismo grupo de personas con condición del espectro autista, dislexia, discalculia, TOC, entre otros, y se nos conoce como neurodivergentes.

En la mayoría de los casos, las personas que somos diagnosticadas con TDAH y otras neurodivergencias, solemos ser señaladas por la sociedad porque no actuamos como se espera de nosotros, ya que solemos distraernos constantemente, ser olvidadizos, no poder dejar de movernos, entre otras cosas y eso llega generar, no sólo una desmotivación hacia la vida, sino también a una falsa idealización y valoración hacia nosotros mismo.

El objetivo de este artículo es, con base a mi experiencia como persona con diagnóstico de TDAH, tratar de romper estereotipos hacia las personas con esta condición y motivar a los demás a desarrollar empatía que permita una convivencia más incluyente y menos prejuiciosa.

Desde niña tenía dificultades para poner atención en mis clases, terminar actividades, ser impulsiva en preguntas o comentarios, lo que a veces me llevaba a tener ciertos problemas escolares. Mi desempeño escolar era bueno, sobre todo si tenía que ver con números, pero el esfuerzo detrás de eso era mucho, y no sólo por parte mía, sino también de mi mamá, a quien en ese entonces veía como un ogro que me regañaba constantemente, incluso hasta la fecha, escucho su voz y a veces entro en ansiedad sin una justificación aparente.

Ahora, como adulta, miro hacia atrás y valoro y agradezco el enorme trabajo que mi mamá realizó, porque aunque ahora se conoce más de esta condición, ella me crió de la mejor manera que pudo sin conocer mi condición y gracias a ella, estoy donde estoy. Actualmente ambas hemos ido aprendiendo sobre la neurodivergencia, generando una mejor comprensión entre nosotras.

Mi mamá solía dibujar cómics muy sencillos para que pudiera asimilar datos de historia, me compraba una gran cantidad de libros interactivos de temas académicos variados para mantener mi atención, realizaba juegos de competencia para motivarme a terminar mis actividades.

Sí, me regañaba cuando llegaba a perder la paciencia, y no la culpo, imagina que intentas mantener a dos niños (mi hermano y yo), ambos hiperactivos, sentados en la mesa y cuando sientas a uno, el otro se echó a correr; o que necesitas terminar de hacer las tareas del hogar y tienes una niña que perdió concentración mientras estudiaba y está llorando porque está fastidiada, aburrida, o porque ya no quiere escuchar que la regañen. Si mi mamá hubiera sido otra persona, me hubiera dejado hacer lo que quisiera y quizás no hubiera avanzado académicamente, pero mi mamá no era así, ella conocía mis capacidades y quería que las explotara al máximo.

Continuando con lo académico, no todos los profesores que tuve fueron comprensivos tuve un profesor que constantemente me quitaba mis recesos porque no terminaba con mis actividades, haciéndome sentir ansiedad cada vez que fallaba con alguna tarea o no lograba terminarla, lo que con llevó a que, desde los 9 años, empecé a desarrollar trastornos de ansiedad, gastritis, y 3 años más adelante, trastornos alimenticio sin saberlo.

En la universidad, tuve maestros de todo tipo, desde los que me juzgaban y señalaban, hasta los que entendían mi manera de trabajar y eran más flexibles al momento de realizar las evaluación. Muchas veces fui señalada como poco capaz para terminar el semestre, o aprender ciertos temas. En uno de mis últimos semestres, fui seleccionada para presentar mi trabajo de tesis en un coloquio internacional, y la profesora encargada de prepararme para presentar mi tema me lanzaba comentarios tales como “deja de moverte”, “no jueges con las manos”, “las manos a los lados”, “ya te estás poniendo nerviosa”, fue tanta la presión que desarrollé un tic nervioso que consiste en tener hipo ante una situación de estrés, el cual aún conservo.

A veces se llega a pensar que personas con TDAH no logran terminar sus estudios, o no son capaces de hacerlos, sin embargo, yo soy neurodivergente y estudié una carrera y media, me metí a buenos talleres de vacaciones, entre otros, por lo tanto, sí es posible con un poco de apoyo.

En la cuestión social, también he recibido muchos comentarios descalificativos, me han llamado infantil por tener momentos de impulsividad o tener arranques de ira o llanto ante una frustración, también por ser demasiado sensible, ser olvidadiza y despistada. Pero es que gran parte de esos arranques se deben a que solemos experimentar una híper sensibilidad a lo que pasa en nuestro entorno creando una presión mental o sobrecarga sensorial y nos es muy difícil controlar la situación.

Esta sobrecarga puede venir de cualquier factor, ya sean sonidos/música, imágenes, comida, situaciones sociales, entre muchos otros que, de manera general no afectan a la mayoría de las personas, por lo que es difícil para ellos entender el porqué de nuestra reacción y es más fácil juzgarnos.

También el tener tantos factores a los cuales prestarles atención, no favorece a nuestra capacidad de concentración o de prioridades, ya que lo que es importante para mí, no lo es para alguien más, o queremos hacer todo al mismo tiempo, y es como si nos sobrecalentáramos y entráramos en una especie de pausa mental.

Recuerdo que tuve una pareja, con la cual discutí en una ocasión, y mientras él hablaba, yo estaba jugando con mi iPod, sin embargo, llevaba un buen hilo de la conversación, respondía correctamente, etcétera, pero llegó un punto en que él se enojó, me quitó mi dispositivo y me pidió verlo a los ojos. A partir de ese momento, mi cerebro dejó de poner atención a lo que decía y me concentré en su vena palpitando en la sien, la manera en que sus ojos se movían mientras desahogaba lo que llevaba dentro, hasta que se dio cuenta que me había distraído más, y me regresó mi consola.

Pero no todo es malo con el TDAH, soy capaz de escribir o estudiar mientras miro la tele y escucho la radio al mismo tiempo y eso me ayuda a no distraerme tanto. Mi récord hasta ahorita es jugar en el celular, mientras veo una película, preparo una exposición, y estudio un tema para convertirlo en divulgación científica y hago la infografía.

Sobre la cuestión de ser distraídos y olvidadizos, tiene sus pro y sus contras. Contras es porque llegas a olvidar dónde pusiste cierto objeto, o si no vemos el artículo a buscar, olvidamos que existe en nuestra mente, o solemos guardar objetos donde no es lugar. Varias veces llegué a dejar mis llaves en el congelador. Pero también tiene los pros, como olvidar que compraste un pay y sorprenderte esa misma tarde al reencontrarte con él.

A pesar de que llegamos a ser olvidadizos, lo cierto es que hay cosas que recordamos con gran exactitud,  sobre todo si ese recuerdo nos llevó a sentir cierta emoción fuerte, y no es que no recuerde lo que me conviene, como muchos me han acusado, simplemente no elijo qué recordar o qué olvidar.

He sufrido una gran cantidad de comentarios despectivos, lo cuales se me hacen difíciles de mencionar en este espacio por el impacto que tienen en mi persona, por eso mismo creo en la oportunidad de hacer un poco conciencia sobre el tema y evitar esos señalamientos. Busquemos aprender más de ello y ser más compresivos para quienes tienen la condición y buscar maneras conjuntas de mejorar la convivencia, entre otras.

No es fácil movilizarnos en una sociedad que no está hecha para nosotros, y es más difícil cuando nos recuerdan estos hechos constantemente.

Un poco de empatía caería demasiado bien, sobre todo en niños.

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