Por: Óscar Adolfo Alvarado – Santa Rosa, Municipio Biruaca, estado Apure, Venezuela / Correo: cronicasdehistoria2010@gmail.com
El espacio geográfico era común en tiempos prehispánicos y luego con la invasión europea, que fue diezmando a los naturales y violentando a las mujeres, se produjo un mestizaje donde prevaleció la resistencia y condiciones humanas para desenvolverse en el agreste espacio de las llanuras aluvionales; eso son los habitantes de los Llanos Occidentales y Orientales de Venezuela, junto con los Orientales o la Orinoquia Colombiana.
Son dos países pero por identidad cultural somos una sola «Nación Llanera», unidos por el Arauca y el Meta; sucede que en el ordeño, el rodeo, el arreo, en la sabana abierta, el monte cerrado, la calceta que guarda sorpresas, el banco de sabana, bogando por los ríos, cabalgando noche o día, atravesando el estero, fresco o cansado, joven o viejo, hombre o mujer, en casa o el caney de los peones, en las alambradas del potrero, la majada del corral o meciendo el “carapacho” dentro de la “campechana”, después de la jornada… siempre está a flor de labios el canto, la copla, el verso relancino que aviva el pensamiento y aflora la picardía de la chanza para retar el esfuerzo y vencer al cansancio.
Son los «CANTOS DE TRABAJO DE LLANO» expresión musical vernácula, trasmitida de una a otra generación mediante la oralidad y en la praxis de la cotidianidad rural. El 5 de diciembre de 2017, hoy hace 7 años, fueron incorporados por la UNESCO a la lista del “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”.
No olvidemos que además de expresarlos durante el trabajo, esos cantos aprendidos desde niños, también fueron la Diana Madrugadora en el Cuartel Sabanero; la marcha que marcaba el ritmo de las caballerías al desandar caminos; y, la arenga que motivó con firmeza y valentía a las tropas Patriotas, quienes fueron Vencedores en “Las Queseras del Medio”, “Pantano de Vargas”, “Boyacá”, “Carabobo”, “Pichincha”, “Junín” y “Ayacucho”.
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