Por: Bartolomé Cavallo – Venezuela / Correo: cavallobartolome5@gmail.com / Instagram: @teatroacavallo
Sabrina Rojas, maracayera nació el 19 de diciembre de 1996, comenzó en el mundo del arte desde muy niña.
Dime, ¿qué cosas recuerdas de esos momentos infantiles?
Una de las cosas más tiernas de mi infancia que recuerdo y que vienen al caso es el sagrado ritual de mis padres de llevarme al cine en mi cumpleaños y en cualquier ocasión especial. De ahí el amor por el cine, la actuación, el espectáculo. También de niña en fiestas que me hicieron, mis abuelitos solían contratar para mis fiestas infantiles grupos de payasos, bailarines, artistas escénicos y disfrutaba mucho esos momentos.
¿Cuándo comenzaste a hacer teatro?
De niña estuve en varias instituciones y liceos militares; creo que es lo más curioso de mi pasado, sin embargo fue en el liceo militar donde tuve por primera vez acceso a una obra de teatro. Recuerdo que el director era Juan Martins, quien tenía su agrupación llamada Estival teatro. También recuerdo a la actriz, maravillosa: Mirla Campos. Desde ahí hice clic con el teatro.
¿Y qué te ocurrió?
Tú te imaginas, lo que sería para mí ver por primera vez la actuación en vivo.
¿Después qué hiciste?
Tuve la oportunidad de estudiar en unos buenos años de UNEARTE (Universidad de las Artes) en Caracas. Comencé mi viaje teatral en el 2013 justo antes de la diáspora de profesores. Mi gran maestra, la que me comprobó y me reafirmó mi capacidad de ser actriz fue Diana Peñalver Denis, con su cátedra Grotowski y el mundo de la dramaturgia del actor, el cuerpo extracotidiano. Y mi primer profesor que me introdujo al teatro ya como una profesión, fue el maestro Francisco Denis quien es hoy también actor de cine, está en Netflix, guionista de grandes proyectos audiovisuales y una gran inspiración para mí, pues es una persona que trabajó en el teatro arduamente pero también se enamoró del cine.
¿Recuerdas tu primera obra, en esta etapa?
La primera obra en la que actué fue una puesta en escena de Samuel Beckett: Todos los que Caen. Me dirigió Vladimir Vera y nuestro querido aragüeño Luis Ernesto Torres (del teatro estable de villa de cura) fue nuestro tutor vocal.
En ese momento decides que vas a ser actriz. ¿Qué te impulsó a ello?
Siempre tuve deseos de contar historias. Desde niña hablaba mucho. En mi casa me decían que era una guacharaca. Bien pude ser periodista, locutora, escritora… Lo que me impulsó a ser actriz era la presencia corpórea. El poder involucrar mi cuerpo en la historia. Eso llamó mucho mi atención; creo que por venir de una experiencia militar pasada, de cuerpos muy rígidos y desconectados, ansiaba poder transmitir mucho más de lo que en esa época lograba transmitir. Y ahora tiene sentido, me cambió la vida ser actriz.
Ahora bien, ¿Cómo comienzas a preparar un personaje? ¿Tienes alguna cábala ¿Lo miras de diferentes ángulos, lo desnudas, qué haces?
Mi proceso es largo o corto dependiendo del tiempo que tenga para hacerlo. Siempre me apoyo en mi intuición, que no es poca cosa.
¿Cómo es eso?
En mis experiencias teatrales puedo tener más tiempo para dialogar con mi personaje, crearlo, hacerlo, pensarlo, analizarlo… En trabajos audiovisuales soy más comedida, escucho mucho a los directores, a lo que tengan para decirme o sugerirme. También me apoyo en símbolos, imágenes, música para crear estados de ánimo en mí. Hasta que nace en el cuerpo. Cuando encuentro la pulsión del personaje me siento lista y a veces eso puede llegar en 5 minutos o en 4 semanas. Todo depende. Un factor importante para mí antes que todo es el silencio, el silencio de verdad. “Antes del caos, era el silencio” Me sirve como sat para el impulso. Eso del silencio me quedó del trabajo con la cátedra Grotowski.
Otra cosa, ¿cuál ha sido tu mayor reto en la actuación? ¿ Por qué?
Mi mayor reto fue no abandonarlo. Quiero decir no sucumbir. En la crisis del 2015 tuve una gran crisis existencial e incluso había considerado abandonar la universidad de las Arte y retomar mis estudios de periodismo.
Explícame eso:
Primero la arepa y después el arte pensaba. Sin embargo, justo en ese momento estaba aprendiendo tragedia griega; estábamos montando “Troyanas” de Eurípides y me encontré con el fascinante y elocuente mundo de las máscaras. Diana Peñalver, quien era nuestra tutora de máscaras y técnica de tragedia me asignó el personaje de Casandra (Gracias Diana). Para mí ha sido el personaje más difícil, más revelador, más trascendental y más real que he hecho. Canto, danzo, máscara e interpretación… allí tuve que hacer catarsis. Primero para poder interpretarlo y se sintió muy bien, al final Casandra, la sacerdotisa de la luz, me salvó de renunciar al teatro.
Por otro lado, nos venimos a nuestro presente, ¿Cómo percibes el teatro aragüeño en estos momentos?
Está en un momento interesante. Venimos de una época muy apocalíptica, una coyuntura social, ola migratoria, crisis económica, política y una pandemia. El teatro en estos momentos en Aragua es ultra necesario y el público lo sabe, lo pide…
Sin embargo:
Sin embargo… el público aragüeño no está acostumbrado a pagar los boletos y tampoco existen políticas públicas o mecanismos de financiamiento a las agrupaciones. Ante esto se abrió una oportunidad con la dinámica de los “Martes Culturales” que ahora serán jueves culturales (mucho mejor) Y hay varios artistas y grupos tratando de retomar lo que se había dejado atrás: la autogestión, la producción independiente. Es un gran reto, y los retos así determinan épocas que son muy interesantes. Es la lucha.
¿Cómo ha sido tu participación en el movimiento teatral de la región?
¡Diría que al principio dando coñazos sola! Jajajajajajaja… para nadie es un secreto que el autodenominado grupo de agremiados tiene una especie de reconcomio contra los jóvenes que quieren tener sus propias agrupaciones.
Cómo en el caso tuyo:
¡Exactamente! Intentaron cerrarme las puertas, pero cuando te toca ni aunque te quiten. Así que fui persistente…tan persistente que aquí estoy y estás entrevistándome. Los jóvenes (y ojo que no soy tan joven, los hay más chiquitos que yo) también tenemos derecho a iniciar, a plasmar nuestras propias ideas con aciertos o desaciertos; no necesariamente debemos adherirnos a los nombres o marcas que estuvieron establecidas desde hace 30 años. Pero bueno, el teatro es sectario y de alguna manera no pertenezco a ciertos sectores teatrales de Aragua.
¿Puedes explicarlo mejor?
Eso lo acepto y no me conflictúa. Sin embargo, me parece que todo lo que uno hace por sí mismo también afecta o impacta en otros. Creo que mi participación ha venido a mostrarle a otros jóvenes que se puede ser insistentes: vengan, sí se puede hacer teatro. Vamos. Y ahora veo más gente que se atreve, que prueba, que se arriesga. En el camino con Efecto Pigmalión (mi productora) he encontrado gente nueva, gente no tan nueva y gente de otras disciplinas y así me he ido agrupando. Es cuestión de energías.
¿Vives del teatro o para el teatro?
El teatro es muy importante para mí, me ayuda de muchas formas. Vivo mejor por su gracia, fortuna y de todo lo que trae a mi vida. Vivo del arte y mis trabajos creativos, entre estos, el teatro.
¿Cuál es tu próxima meta teatral?
Un espectáculo con danza y teatro… es un gran reto pero creo que todos alguna vez hemos querido eso. Viajar con ese espectáculo y lograr numerosas funciones. ¡Qué utopía! pero la utopía sirve para caminar
¿Te interesa la didáctica teatral?
Bastante. Pero quiero seguir aprendiendo. Tengo mucho que aprender. Aunque creo que enseñando también aprendemos. Aprendí en Caracas muchas cosas que aquí no he visto y tampoco he tenido chance de compartir. Recién entro a Unearte Maracay para ser profesora de allí en idiomas extranjeros, ya veremos que sucede.
Gracias por esta oportunidad de compartir contigo Bartolomé! Abrazos ❤️