Por : Sebastián Parra Zurita – Chile / Instagram: @z.s.parra / Correo: zsparra01@gmail.com

La política de Aristóteles es una de las piedras angulares de la filosofía occidental y un texto indispensable en la teoría política clásica. Su obra Política ofrece un análisis exhaustivo sobre la naturaleza de la sociedad, el gobierno y la función de la virtud en la vida política, estableciendo principios que influenciarían siglos de pensamiento político posterior. A través de la observación empírica y la reflexión filosófica, Aristóteles desarrolla una teoría política que explora las causas y las formas óptimas de organización humana, considerando tanto el bienestar individual como el colectivo. Este artículo examina tres aspectos fundamentales de la política aristotélica: la concepción del ser humano como un animal social y político, la clasificación y evaluación de los sistemas de gobierno, y la relación entre ética y política como base para una sociedad justa y virtuosa.

 

I. El ser humano como un animal político

Aristóteles introduce en Política su conocida afirmación de que el ser humano es un “animal político” (zoon politikon), que encuentra su plenitud solo en la comunidad organizada, la polis, o ciudad-estado. Este planteamiento parte de su creencia en que el ser humano tiene una naturaleza innatamente social, que se desarrolla a través de la interacción con otros individuos. Aristóteles establece que, a diferencia de otros animales, el ser humano posee el lenguaje y la capacidad racional, los cuales le permiten discernir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, y lo beneficioso y perjudicial para el bienestar común. Esta capacidad racional y ética es, según él, la que hace posible la vida en comunidad y permite la organización de una sociedad política.

Para Aristóteles, el individuo no alcanza la realización plena en el aislamiento, sino en una comunidad donde sus capacidades racionales y éticas puedan manifestarse y perfeccionarse. La familia es el primer paso en la estructura social, y de ella surge la aldea, y finalmente la polis, que representa la organización perfecta y última de la sociedad humana. De este modo, Aristóteles concibe a la polis no como una creación artificial, sino como un desarrollo natural y necesario, pues el ser humano, en su opinión, no solo debe vivir, sino vivir bien, y esto se logra plenamente en la vida política.

La visión aristotélica sobre la naturaleza política del ser humano se contrapone a la concepción de su maestro Platón, quien en su obra La República había propuesto un sistema social basado en la unidad y la especialización funcional de los individuos. Mientras que Platón imagina una sociedad ideal donde los ciudadanos están divididos en clases rígidas, Aristóteles observa que el ser humano es un ente complejo, cuyo desarrollo individual y ético requiere una estructura social diversa y adaptable. A diferencia de la utopía platónica, la política de Aristóteles se basa en una visión práctica, observada en las dinámicas reales de las distintas ciudades-estado de su época.

 

II. Clasificación y evaluación de los sistemas de gobierno

Uno de los aspectos más influyentes de la teoría política de Aristóteles es su clasificación de los sistemas de gobierno. A partir de su estudio de las constituciones de diversas ciudades-estado, Aristóteles propone una tipología que se basa en dos factores principales: la cantidad de personas que ejercen el poder y si el gobierno se orienta hacia el bien común o hacia intereses egoístas. Según estos criterios, Aristóteles distingue entre tres formas de gobierno “correctas” y tres desviaciones o formas “corruptas” de estos regímenes.

Las formas de gobierno correctas, que buscan el bien común, son:

  1. Monarquía: el gobierno de uno solo, orientado al bien común.
  2. Aristocracia: el gobierno de unos pocos, quienes gobiernan en beneficio de toda la comunidad.
  3. Politeia: el gobierno de muchos, que dirigen el estado en pro del bien colectivo.

Frente a estas, se encuentran sus desviaciones, donde los gobernantes actúan en función de sus propios intereses:

  1. Tiranía: una corrupción de la monarquía, en la que el monarca gobierna para su propio beneficio.
  2. Oligarquía: una corrupción de la aristocracia, donde una élite gobierna para favorecer sus propios intereses.
  3. Democracia (en el sentido aristotélico, no moderno): una forma corrupta de la politeia, en la cual la mayoría gobierna buscando solo su propio bienestar.

Aristóteles sugiere que la mejor forma de gobierno sería una combinación equilibrada de democracia y aristocracia, a la que denomina politeia, o gobierno constitucional. Este tipo de gobierno permite la inclusión de un amplio número de ciudadanos en la toma de decisiones, al mismo tiempo que asegura que aquellos más aptos y virtuosos puedan contribuir en el liderazgo. A través de este sistema mixto, Aristóteles intenta evitar los excesos de la democracia (que, para él, pueden degenerar en demagogia y en una tiranía de la mayoría) y las desigualdades propias de la oligarquía. En la politeia, se logra un equilibrio en la distribución del poder, ya que busca el beneficio de todos los ciudadanos y promueve una estructura estable y justa.

 

III. La relación entre ética y política: hacia una sociedad virtuosa y justa

La política de Aristóteles no puede comprenderse sin su obra Ética a Nicómaco, en la que postula que la vida humana tiene como fin último la eudaimonia, que se traduce comúnmente como “felicidad” o “florecimiento humano”. Según Aristóteles, la eudaimonia se alcanza mediante una vida de virtud, y la virtud se cultiva en el contexto de una comunidad. De este modo, la polis no solo tiene como objetivo la organización social, sino también la creación de las condiciones necesarias para que los ciudadanos puedan alcanzar la virtud y la felicidad.

En este marco, Aristóteles introduce el concepto de justicia como la virtud principal que debe regir la vida política. La justicia es, en su visión, tanto una virtud ética como una estructura que permite la cohesión social. El de Estagira distingue entre dos tipos de justicia: la justicia distributiva y la justicia correctiva. La justicia distributiva se refiere a la distribución equitativa de bienes y honores en función del mérito y las contribuciones de cada individuo. La justicia correctiva, por otro lado, actúa en situaciones donde ha ocurrido un daño o una pérdida, y busca restablecer el equilibrio entre las partes. Esta concepción de justicia se convierte en el principio rector de la vida en la polis, ya que permite una convivencia armónica y garantiza que cada ciudadano reciba lo que le corresponde.

Aristóteles plantea que la vida política es inseparable de la ética, ya que la política debe promover el desarrollo de la virtud en los ciudadanos. La función del legislador, en este contexto, no solo es establecer leyes que regulen el comportamiento, sino también educar a los ciudadanos en la virtud. Para Aristóteles, una sociedad justa y virtuosa es aquella en la que sus miembros pueden desarrollarse plenamente en un entorno donde se promueve el bien común, y donde las leyes y las instituciones están diseñadas para fomentar la ética y la justicia.

 

IV. La relevancia contemporánea de la política aristotélica

La política de Aristóteles es una obra que, a pesar de su antigüedad, sigue ofreciendo profundas lecciones sobre la naturaleza humana y la organización social. Su concepción del ser humano como un ser social, sus críticas a los sistemas de gobierno corruptos y su énfasis en la justicia y la virtud como los pilares de una sociedad funcional, encuentran resonancia en debates políticos contemporáneos sobre el papel del gobierno y el bienestar colectivo.

En un mundo donde las formas de gobierno democráticas y autoritarias continúan evolucionando, la política de Aristóteles plantea una visión sobre la importancia de mantener un equilibrio en el poder y de promover una ética común que asegure la convivencia y el florecimiento de todos los ciudadanos. Su análisis sobre la necesidad de instituciones políticas justas y la inclusión de la ética en la vida pública continúa siendo una fuente de inspiración para pensar en una sociedad equitativa y virtuosa.

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