Por: Bartolomé Cavallo – Venezuela / Instgram: @teatroacavallo / Correo: cavallobartolome5@gmail.com

Asistí el domingo 30 de marzo de 2025 al Teatro de la Ópera de Maracay para ver el espectáculo Urbe, pequeñas historias en la celebración del Día Internacional del Teatro, reprogramado para ese día porque la fecha oficial es el 27 de marzo, pero que por racionamiento eléctrico se dio el domingo.

Este trabajo fue dirigido por Rubén Joya en nombre de Asotea –Asociación Teatral de Aragua- con la participación de varios grupos y personalidades destacadas del teatro regional; así como bailarines y bailarinas, poetas y poetisas y músicos que prestaron sus cuerpos y aptitudes musicales para convocar a pocas personas en una mañana teatral.

De entrada se dio un recital poético y de danzas modernas en el foyer del TOM denominado Rapsodia para después pasar a la sala y presenciar la obra Urbe, pequeñas historias, un collage de piezas de diferentes autores, montada por varios grupos y artistas individuales, con el leitmotiv de historias urbanas, con el desespero de las ciudades, la violencia citadina, la prostitución, la intimidación, la vida moderna y sus consecuencias, la locura de las grandes ciudades.

Ahora bien, compaginar trozos de historias y convertirlos en una única pieza de teatro, acarrea grandes retos: cada pedazo de obra debía durar seis minutos, los tiempos teatrales son diferentes entre los diversos grupos o monólogos dispuestos, el horario de ensayo, los matices, la coloratura, los signos escénicos: lingüísticos, visuales, auditivos; las figuras, los ejes sintagmáticos, entre otros elementos que componen el arte escénico y transformarlos en una obra de teatro con una unidad performativa no es nada fácil.

Si a esto se le agregan las diferentes edades de los actuantes, los grados de experiencias, el sitio de ensayo, traslado y los niveles de performancia, es todo un reto reunir a más de cincuenta intérpretes en escena por espacio de una hora. Posiblemente hubo actores o actrices que se montaban por primera vez en un escenario, al lado quienes cuentan con más de cuarenta años haciendo teatro.

¿Qué vi? Vi un espectáculo lento, con un coro a lo Verdi en su tercer acto de Nabucco –Va pensiero, coro de esclavos- con un atisbo de un trabajo que prometía una exquisita riqueza visual, pero se desintegró muy rápido, terminando más en una protesta de un liceo por falta de agua. Vi a una Aruna Vita floja, sin sentido del ritmo y del espacio, desmaquillada y descolocada.

Vi una escena de un doctor y su paciente bastante divertida. Vi a Samuel Álvarez –es un gran actor- fuera de sus capacidades. Vi una escena de flores bien interesante. Todo esto en una atmósfera lúgubre –esto es el signo de la ciudad- pero que no termina de engrandecer el espectáculo. La parte técnica debe de tratarse en otra crónica.

Por otra parte, reunir a todos estos interpretes, ya configura un éxito, pero no vi la presencia de muchos hombres y mujeres del teatro aragüeño haciendo coro y multiplicando la esencia de las grandes obras que nos presiden desde los años sesenta, por lo menos.

Felicito a Rubén por el trabajo.
Bartolomé Cavallo. Alumno de Ramón Lameda.

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