Por: Richard Jiménez – Ecuador / correo: richmarcelo@hotmail.com / instagram: @pantalones_lectores

Cecibel Ayala nació en Quito el 15 de mayo de 1986, pero fue inscrita en Cayambe, lugar con el que siempre tuvo mayor afinidad. Proveniente de una familia conservadora y tradicional, fue hija de Édison Ayala y Blanca Parra, y tuvo dos hermanos: Édison Fidel y Sara Thalía. Desde pequeña, Cecibel exhibió un carácter fuerte y apasionado, que enmascaraba un espíritu libre y ultrasensible.

Sus primeros años los pasó entre las parroquias de Yaruquí y Guayllabamba. Estudió la primaria en la Escuela Hideyo Noguchi de Guayllabamba y la secundaria en el Colegio Técnico Nacional de Yaruquí, donde se destacó como una excelente estudiante, llegando a ser abanderada. Al querer especializarse en la rama de Físico Matemáticas, fue transferida al Colegio Arturo Freire de Tababela.

Escritora precoz, desde la escuela comenzó a escribir cartas a su madre. Su primer acercamiento a la poesía fue a través de poemas y cartas dedicados a sus primeros novios, quienes le inspiraban a escribir. Otro espacio donde volcó su pasión por la escritura fue su diario, en el que plasmaba sus vivencias, sentimientos y deseos.

Aunque no perteneció a una familia de literatos, en su hogar se cultivaba la lectura de la prensa escrita y el interés por las noticias televisivas, lo que influyó en su decisión de estudiar Periodismo en la Universidad Central del Ecuador. A pesar de esto, uno de sus anhelos siempre fue convertirse en bibliotecaria.

Autodidacta, se convirtió en una lectora compulsiva; siempre se la veía con un libro en mano o en bibliotecas, llegando incluso a fotocopiar textos para poder leerlos. Pasaba mucho tiempo en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, donde no solo encontraba libros, sino que también trabajó en el departamento editorial. Si un título captaba realmente su interés, hacía el esfuerzo por comprarlo y conservarlo, releyéndolo cuantas veces fuera necesario. Su amor por la literatura la llevaba a recomendar lecturas a sus seres queridos cada vez que tenía la oportunidad. Entre sus obras predilectas estaban Lolita y Risa en la oscuridad de Vladimir Nabokov. Sentía una profunda fascinación por los mitos y el mundo griego, lo cual reflejó en su primer libro El Cazador (2008), un conjunto de poemas en prosa de los que destaca una relectura, en forma de diálogo, de la historia del demonio Lilith y la diosa Ceres; la primera representando la fuerza, la oscuridad y el erotismo.

A diferencia de sus contemporáneos de la ‘Generación del 80’, su poesía se inclinaba hacia el romanticismo alemán y coqueteaba con el parnasianismo y simbolismo francés, mostrando una fuerte presencia de lo onírico, lo idílico, lo natural y lo trágico; uno de sus favoritos fue Fausto de Goethe. También leyó a Baudelaire, de donde extrajo su fascinación por callejear, el espíritu del flâneur, habitar casas antiguas y sucumbir ante los ‘paraísos artificiales’. Su gusto por lo gótico, el rock y las películas de terror impregnó a sus escritos de un ambiente oscuro, melancólico y trágico, especialmente visible en su poemario Poción de medianoche (2013), su obra de despedida.

En sus textos buscaba plasmar un lado de sí misma que contrastaba con su familia y los tabúes que la rodeaban, por lo que se sentía atraída por figuras como Lilith, lo erótico, lo transgresor, lo prohibido y lo abyecto. Estaba orgullosa de sus publicaciones; eran su manera de demostrar de lo que era capaz la ‘oveja negra’ de la familia. Cuando El Cazador salió de imprenta, se encargó de que cada miembro de su familia recibiera un ejemplar. Sus escritos lo significaban todo para ella, derramando lágrimas al escribir cada verso y llevando consigo sus poemarios para compartirlos con quienes creía que podrían estar interesados.

Con un espíritu libre, que no buscaba rendir cuentas a nadie y que se regía por sus propias reglas, financió sus estudios universitarios, que lamentablemente quedaron inconclusos, y finalmente decidió marcharse de casa. Vivió en Quito, en el sector de Guápulo, el lugar que más amó y que también se convirtió en su destino fatal. Fue el escenario de sus mayores alegrías, pero también de su mayor tristeza cuando le robaron la computadora en la que guardaba todos sus escritos, un hecho que mermó lo último que le quedaba de energía vital. Cecibel dejó este mundo por decisión propia el 10 de febrero de 2013.

 

No me salves

 

Irrepetible visión

entre la revelación y el caos,

como el jadeante viento

que no sabe lo que busca,

se detiene el corazón errante,

justo cuando la eternidad

se hace más lenta

y el sol te abraza desnudo

a pesar de que todo lo que mire

se destruya antes de poder huir,

siento que pronto

triunfará la inocencia,

aplazando el infinito latido

horda invisible

que va sin dejar huellas.

 

Una vez más, la embriaguez

me ha devuelto a la vida.

 

Cómo quisiera arrancar

esta rama recién brotada,

hundir los dientes

en la sueva carnosidad.

 

Cómo quisiera que en ti

el amor muera para siempre.

Porque después del esplendor

donde al fin el delirio inmóvil

lo inunde todo,

sólo quedará el olvido.

 

Nada guardo para el mañana,

como un pájaro

engullido por el horizonte.

 

El amor trae nuevos bríos

pero también conlleva esclavitud.

 

Pero ¿quién tiene el poder de perdonar

cuando la sed es más fuerte que el veneno?

no me salves,

déjame seguir cayendo,

inocencia recobrada:

nada sería tan bello

sin el anuncio de su fin.

 

Ya no busco lo intermitente,

ya no me ahoga la luz como antes.

 

Nada ha cambiado

excepto el abismo

que nos une a la eternidad.

 

No pretendo que me ames,

tan solo que me dejes

acariciar tus ojos de basilisco

para hacer estallar de pájaros

tu virginal capullo.

 

Quizá tu asombro

no sea más

que un tímido elogio

que alimenta mi poder

en secreto,

pues no pretendo ser

la única en tu vida.

 

¿Pero cómo guardarte del amor

si estás hecho de poesía?

Nueva infancia,

corazón errante:

no olvides

que los coleccionistas

siempre están solos.

Proyecto escritoras olvidadas de América Latina.

El objetivo de este proyecto es volver a traer al debate el nombre de grandes escritoras de Latinoamérica. De muchas de ellas se ha dejado de hablar y de leer, pero se considera que sus legados son trascendentales y por ello este espacio es necesario.

Autoras comentadas.

  1. Teresa de Cepeda y Fuentes.
  2. Gerónima de Velasco
  3. Gertrudis Dávalos y Mendoza 
  4. Catalina Luisa Herrera Campusano
  5. Magdalena Dávalos 
  6. Pastora Alomía Delgado
  7. Mercedes González
  8. Aurelia Cordero Dávila
  9. María Piedad Castillo
  10. Luz Elisa Borja
  11. Isabelle de Villars
  12. Carmen Elena Acevedo Vega
  13. Morayma Ofyr
  14. Lola Orbe
  15. Mariana García
  16. Ángela Caamaño
  17. Ángela Carbo Macías
  18. Cecibel Ayala
Richard Jimenez

Richard Jimenez

Neal Moriarty «Richard Jiménez A.» (Ecuador, 1988). Máster en Estudios de la Cultura, Máster en Escritura Creativa. linktr.ee/nealmoriarty
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